viernes, 8 de enero de 2010

Gil de Biedma y los puntos oscuros

Lo malo de los biopics (filmes biográficos sobre un personaje de cierta fama y fortuna) es que nunca dejan a nadie indiferente. Bien porque cuentan la verdad, bien porque ni la mencionan, también porque cargan las tintas sobre un aspecto más que en otros. Total, que ni amigos, ni familiares ni simpatizantes suelen quedar a gusto.


Es lo que ha pasado con 'El cónsul de Sodoma', el biopic sobre Jaime Gil de Biedma, protagonizado por Jordi Mollá y que se escora demasiado quizás hacia el lado escabroso y sexual del personaje (1929-1990), gran poeta español y por tanto un gran desconocido. Al parecer ha molestado mucho a sus amigos e íntimos que se diseccione la vida sexual, bisexual para ser exactos, del poeta. La intimidad con alguien siempre tiende a diluir los aspectos más negros de cada persona, y quizás por eso Juan Marsé, ese señor eternamente cabreado con el mundo (es decir, consigo mismo) ha dicho esto en 'El País': "Me resulta grotesca, ridícula, falsa, inverosímil, sucia, pedante, dirigida por un fallero incompetente y desinformado, mal interpretada, con diálogos deplorables. Es una película desvergonzada, de título infamante y producida por gente sin escrúpulos".

Sólo por estas palabras merece la pena que la película sea vista y le hagamos todos la ola a Mollá. Porque si el Señor Eternamente Cabreado de Marsé raja así es porque probablemente la película cuenta la verdad. Para fullero él, que lleva viviendo del cuento de que es un Nabokov mediterráneo más tiempo del necesario. En el fondo queda esa sensación de que cuando dan voz a personas que conocimos de cerca no las reconocemos. Cada uno conoció a un Gil de Biedma determinado, y el que intimó con Marsé no puede ser el de la película. Y sin embargo, ése también es aquél, es decir, que la personalidad humana tiene tantas facetas como una gema poliédrica, el problema es que nuestra familia, nuestros amigos y admiradores sólo conocen unas cuantas. Nadie conoce a nadie, y jamás se puede llegar a explorar del todo a un ser humano, ni siquiera los padres a los hijos. Qué de sorpresas se llevarían más de uno y más de dos. Gil de Biedma fue un gran poeta, pero también un habitual de chaperos y relaciones extremas. Él mismo lo reconoció sucintamente, así que... ajo y agua, Marsé.

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