jueves, 13 de agosto de 2009

Rosenvinge, Morrisey y el cochinillo asado

Un poquito de semántica: el adjetivo indie debió venir, en algún momento, de la independencia de estos grupos que se lo hacían todo ellos mismos. De ahí, en los 80, el concepto derivó hacia estilos como el Indie Pop, Madchester, Dream Pop, C86, Noise pop, Brit pop, Chamber pop y algo llamado “indietrónica” que debe referirse al electropop o algo parecido. Vale. Estupendo. Muy bonito todo: cómo nos gusta poner etiquetas a la futilidad. En realidad viene a cuento porque el próximo 6 de noviembre varios grupos y solistas relacionados con la marea que lleva esa etiqueta se van a descolgar por Salamanca. Ponemos una velita a Santa Rita para que nadie nos lo quite porque esta ciudad es como un paso fronterizo americano en el mes de agosto: un desierto. Ni se sabe cuándo fue la última vez que pasó algo así. Ah, esperen, fue en la primavera de 2008. Vendrán Christina Rosenvinge, Camera Obscura, Zahara, y probablemente Iván Ferreiro, Russian Red y La Bien Querida. Es decir: que el concepto se ha hecho gordo y ancho como el cinturón de un obeso mórbido. 

Más o menos como el ego de Morrisey, un tipo que pide a gritos desde hace ya varios años un correctivo de realismo sucio…, pero eso ya son neuras personales que no van a ningún lado. Somos unos liberales, tanto que nunca diríamos lo que pensamos para no herir sensibilidades, las mismas que cuando son cuestionadas suelen responder a los no creyentes como todos los fanáticos ciegos: con un "no tienes ni puta idea de música" o la manida "¡qué atrevida es la ignorancia!" (a nosotros, ¡a Nos!, ja, ja y más ja). Cierto, tanto como para llamar al sabio lerdo y al lerdo sabio. Sea como fuere, la música es la fustigada y maltratada en Salamanca, una especie de San Sebastián lleno de saetas y atado en una pose no muy acertada. Y sin embargo, una vez más, ha tenido que ser un poder público el que mueva algo. No hay voluntad privada, no hay iniciativa, no hay interés. Igual sería un acierto, para hacer publicidad, traerse a Morrisey y llevarle a comer cochinillo con el alcalde, el Lanzarote del “Hago lo que me sale de los cojones” (sic). Sólo con verle la cara a la británica Doña Steven sería impagable. Brutal, eso sí que sería como entrar en el Triángulo de las Bermudas y quedarse dentro para siempre, lo imposible hecho realidad. 


2 comentarios:

Bowie dijo...

Por un instante, al entrar, he pesnsado que iba a venir Morrisey. Aunque no apuesto a que lo conociera más gente que a Willy DeVille (Jesússs..., ¿cómo puede ser?) sería una conmoción.

Un abrazo

Corso Expresso & Cia dijo...

Bien, cada vez mentimos mejor. Un poco más y cuela, jajajaja