jueves, 6 de agosto de 2009

Por qué Man Ray es tan importante

Nos dice una compañera periodista que ha pasado como una exhalación por la exposición de Man Ray que tiene la sensación de haber visto eso antes. También dice que se parece mucho a lo que se encuentra en tiendas de diseño y revistas de moda y publicidad. Descubre con asombro que muchas de las fotografías de Buñuel, Picasso y otros iconos del siglo XX estén allí. No sabía quién había tomado esas imágenes; y todavía se da cuenta, quizás en el último nivel de la sorpresa, de que las planchas con clavos, las manos que sostienen esferas o una lata convertido en objeto artístico le  recuerdan mucho a Warhol y Dalí.

Quizás ésa sea la gran validez de Man Ray: siempre se tiene con él la sensación de que se ha visto antes. En realidad lo que aparece en las revistas y galerías de arte hoy son creaciones bastardas de la revolución iniciada por aquel grupo de creadores de tintes burgueses en sus orígenes y que recibieron el empujón definitivo de una buena educación con la que empezar a tirar del hilo de lo contemporáneo.

La publicidad, el diseño y la fotografía aplicada a muchas esferas se ha convertido ya en una forma de plagio, de culto a los cadáveres exquisitos de Man Ray, un visionario todavía más grande que Picasso y Dalí o el resto de compañeros de juergas parisinas. Algunos de ellos también fueron ideólogos del arte, como Marcel Duchamp.

Picasso era un genio en estado puro, igual que Dalí, pero sólo Ray tuvo la capacidad de coger el machete y abrir camino para descendientes tan lejanos y absurdos como Andy y sus imposturas, para todo el arte pop, para la languidez de los años 60, para la publicidad americana de los años 50, para muchos fotógrafos y sin duda para más de un Helmut Newton perdido que, por alguna razón, hacía sus fotografías de una manera muy semejante a Man Ray. Eso sí, con casi cuarenta años de por medio. Por eso es tan importante que vayan a la exposición, para que se den cuenta de que, efectivamente, usted también ha visto esas obras en otro lado, pero no sabe bien dónde... Es el legado del padre de la modernidad. 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien, sin pasarse en el halago, pero bien. He disfrutado un rato y de golpe, asombrado de que no se hayan atropellado las palabras entre si. He disfrutado, después de un día un poco cabrón.
Un comentario solo, pero extendido hasta la entrada con "la Iglesia".
Ahí mis tripas han sonado, sin acuerdo, pero con respeto.
Salud