martes, 25 de agosto de 2009

El "homerismo"

Desde que Matt Groening creara uno de los arquetipos de ficción más grandes de la historia, esto es, Homer Simpson, el vocablo “Homer” se ha convertido en un quebradero de cabeza. En inglés, Homero se traduce como Homer, con lo que los ya de por sí iletrados colonos americanos que antes no sabían quién era Homero, ahora menos todavía. Sin embargo, nosotros, en el lado correcto de la civilización (o eso dicen en Bruselas), debemos distinguir entre “homérico” y “homerista”, de homerismo. El primero es el héroe de la tradición griega, el antiguo, el Ulises que desde su condición humana lucha contra el destino, los elementos y los dioses, todo con tal de regresar a Ítaca y así poder recuperar su trono, su familia y su patrimonio. Homero creó al primer héroe occidental conocido, el espejo en el que todos debemos mirarnos. También es ese pobre merengón que vive en Barcelona y que tiene que soportar la pesadez del victimismo rabioso que, para una vez que escucha sonar campanas, reclama para sí la eternidad cuando apenas ha empezado a caminar para seguir a los dioses con toga blanca… ejem.


Por el contrario, homerista es el fiel seguidor de Homer, ese héroe de clase media que sólo desea vivir como quiere, satisfacer sus pequeños vicios, beber con sus amigos en el bar de Moe, tener algo de dinero en el bolsillo al acabar el día, achucharse con su esposa Marge, que su jefe no lo machaque mucho y que el Gobierno no le quite demasiado con los impuestos. Él también es un héroe homérico, pero moderno, un tipo sin superpoderes, sin grandes riquezas, ni dotes de mando ni un reino al que volver. Es como el resto de pequeños sacrificados anónimos que tienen que cuidar de otros y de sí mismos y para los que cada día es una travesía por el Egeo con todo en contra.

Quizás por eso Los Simpson se han convertido ya en un icono cultural, en algo más que una serie de éxito con 20 años de emisión, con millones de seguidores por todo el mundo. Han triunfado porque han redefinido a Ulises y lo han convertido en ese memo ligeramente paleto pero virtuoso y alma espartana con el que se identifican todos, especialmente los que curran día tras día para poder comer y vivir. De la misma forma que todos somos hijos de Ulises, todos también somos vecinos de Homer. El resto, o son unos gorrones, o unos burgueses que no saben lo que cuesta poner un poco de mermelada en el croissant a la plancha de cada día.

5 comentarios:

Carlos dijo...

CHAPO

Anónimo dijo...

Y ahora que ya sé distinguir entre “homérico” y “homerista”... ¿tú que me recomiendas que sea?

Corso Expresso & Cia dijo...

Os recomendamos las dos cosas, por supuesto. No son incompatibles, porque en el fondo todos somos héroes... ojú.

joxe dijo...

Homer somos todos o, al menos, deberíamos ser todos. Un tipo normal, que acepta que lo es, en una época en que todo el mundo aspira a ser diferente.

Corso Expresso & Cia dijo...

Respecto al comentario de Joxe: Ser parte del rebaño de ovejas no es precisamente lo que intenta transmitir Homero, pero sí Homer. En realidad, Homer Simpson es diferente al resto, pero su perfil hace que todos se reconozcan en su "normalidad". Intentar ser diferente es lo encomiable, ser uno más es lo fácil y mundano.