lunes, 3 de agosto de 2009

Logias Salmantinas (2): El Club de la Hamaca

Los funcionarios arrastran desde hace siglos una leyenda negra que no para de crecer: son unos vagos miserables. Es mentira, porque es matemáticamente imposible que el Estado funcione lo justo para ser operativo y que todos sean unos osos perezosos, y como tampoco es posible que dos de ellos lo hagan todo, algo falla. Es simple: el Club de la Hamaca. Está compuesto por algún que otro funcionario, pero también por una auténtica legión de personas que viven de parasitar a otros, y que cuando alcanzan algún tipo de cargo intermedio se convierten en un peligro viviente. No dan ni chapa, mover un dedo es un suplicio, y usan todo tipo de tretas psicológicas para poder vampirizar al resto y cuando vienen mal dadas echarle la culpa a otro, ya sean sus jefes superiores como sus compañeros o subalternos. Son, como diría Frank Miller, “los gusanos vencedores” de la tierra. 

No forman un grupo deliberado, entre otras cosas porque son demasiado golfos y vagos como para organizarse, pero su trabajo individual y soterrado hunde en la arena los logros de la civilización. Tienen una gran inteligencia emocional para camelarse al personal y así librarse del juicio sumarísimo que sufriría cualquier otro en su pellejo: su pereza y escaqueo es tal que cargan de trabajo a todos (incluso a sus jefes, que confían en ellos y a los que cortocircuitan), dan órdenes sobre cosas que podrían hacer ellos mismos y después, si se equivocan, logran torear a sus jefes y a sus subalternos para librarse de la responsabilidad. Nadie sabe cuántos son, pero cuando el pobre infeliz que les sufre se percata de su mala suerte, espera con paciencia verle caer en su particular San Martín, porque como dice el Corán: “Nadie es tan listo como para engañar a Dios durante mucho tiempo”. O puede que sí. En otros países son menos pacientes: en EEUU los convierten en vendedores de seguros o los mandan a alguna guerra para hacer limpia; en Inglaterra van a los reality-shows y así hacen reír a los súbditos de su Graciosa Majestad.  



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