Lo bueno de la historia humana es que lo que parece imposible normalmente acaba realizándose de alguna manera. Para lo bueno y para lo malo. Hoy somos afortunados, porque en vivo y en directo podemos presenciar uno de los experimentos políticos y sociales más impresionantes de los últimos siglos: Irán, el único país que ha conseguido fusionar la teocracia y el fascismo en una sola cosa. Si necesitan apoyo les recomendamos el cómic ‘Persépolis’ (Marjane Satrapi, Editorial Norma). No es una democracia. Da igual que se celebren elecciones, eso es una cortina de humo: los resultados fueron amañados, han detenido a todo aquel que se quejara y según revelan varios medios, resulta que los presos fueron torturados y violados. Si a ese desprecio por los derechos civiles inherentes a todo sistema democrático (y no nos vale que sean musulmanes, la democracia es como es, aquí y en la China Popular, si algún día se deciden) se le une el antisemitismo, la persecución a las minorías cristianas y zoroástricas del país y el infantilismo de la teocracia islámica tenemos una pifia enorme que supone un problema descomunal para todos.
Los persas, como decían los funcionarios imperialistas británicos, “siempre molestando en la hora del té”. Desde Atenas y Esparta no han dejado de dar la brasa. A su falta de respeto por las culturas vecinas (los libros de historia registran casi un intento de invasión cada cincuenta años) se añade la versión dominante del Islam en Irán, el chiísmo, tiene las mismas estructuras que el cristianismo místico que alimentó Roma durante el Medievo: tiene un clero dominante, misógino y que aplasta cualquier tipo de disidencia; es profundamente esotérico y los rituales siempre son comunitarios, no hay espacio para el individuo, que queda relegado a mera oveja del rebaño obediente. Sus métodos son los propios del fascismo, y que nadie se engañe: si consiguen la bomba atómica la van a usar, contra Israel, si se tercia contra Arabia Saudí, y si pueden ir un poco más allá, contra Turquía. Porque los tres países que hemos mencionado son sus enemigos: el primero por judío, el segundo sunita y el tercero por alejarse de la única y verdadera Fe. No hay mucha distancia entre la España de Torquemada y el Irán de los ayatolás, porque los extremos siempre se tocan y sí, Houston, tenemos un problema…
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