Albert Boadella, alma de Els Joglars y uno de nuestros hombres de teatro preferidos (por su capacidad para tocar las narices y disfrutarlo, qué envidia da) soltó ayer una de las frases que todos en esta santa Salamanca tienen grabada, especialmente si se dedican a la cultura. “Molière trabajaba para Luis XIV y yo para Esperanza Aguirre”. Toma castaña. Y se ha quedado tan ancho, el mismo tipo que, harto de los nacionalismos provincianos, empezó a pasarse por el arco del triunfo los mitos catalanistas. Él, que es más 'polaco' que la butifarra, Els Segadors o la peregrinación a Montserrat. Él, que se compara con el autor francés más respetado y copiado. Pero lo que más aterra es el símil entre el rey francés y Aguirre. En realidad Boadella le mete el dedo en el ojo a la madrileña de la manera más sutil posible: porque Luis XIV era un déspota, un tirano y un caprichoso que compraba y coleccionaba voluntades como si los individuos fueran juguetes.
Ahora sólo falta saber, en este juego de parecidos razonables, quién es quién en Salamanca. ¿El alcalde con peluca de tirabuzones y botines diciendo eso de “El estado soy yo”? No, vamos a dejar la fiesta en paz. Más valdría averiguar quién es Boadella-Molière en Salamanca, dónde está el auténtico tocanarices de turno capaz de sobrepasar una y otra vez los límites de lo permitido y verse obligado al exilio voluntario para que su trabajo se reconozca. No piensen. Lo malo es que no hace falta, lo peor es que no lo hay. Y Raúl Vacas no me vale, porque aprendices de brujo hay muchos y ningún brujo auténtico. El origen está en lo de siempre: falta de opciones, falta de condiciones y falta de coj.... Y sobre todo, que en Salamanca TODA la cultura está subvencionada por fondos públicos, y cuando esto es así no hay opción alguna de ser diferente y rompedor, porque hay que cumplir con la idea de que debe ser digerible por el público.
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