jueves, 12 de febrero de 2009

Arco 2009 (1): La hoguera de las vanidades

Brutales chispazos. Fricción entre lo realista y un mundo enmascarado en torres de marfil donde sólo se accede por tres vías: 1. el dinero, imprescindible para comprar algo y dar el pego como coleccionista; 2. el conocimiento, necesario para entender los vericuetos creativos que hacen que una aguja metálica de 10 metros enhebrada de desechos industriales sea considerada una obra de arte; y 3. la fama, que suple a las dos anteriores en caso de pobreza e ignorancia a la hora de entrar en los círculos llameantes que se ciernen alrededor de la hoguera. El choque de mundos termina de una forma muy curiosa: se calcula que unos 190.000 inteligentes, cultos, ricos o famosos pasarán hasta el día 16 por Ifema en Madrid. Lo más caro es un Francis Bacon de 15 millones de euros; lo más barato, un grabado de 120 euros. Así que hay horquilla para hacer el imbécil o directamente para invertir. Porque una cosa es cierta: si se gastan cientos de miles de euros en un cuadro está asegurada la revalorización. 

El arte ya no es una expresión emocional o creativa del ser humano, no es producto de las experiencias de la vida o una forma plástica de representarlas: es un puñetero negocio. Lo más alucinante de todo es que el tema principal en la feria abierta para medios, galeristas y demás ralea cortesana de la modernidad fueran las ventas en medio de un año de crisis. ¿Y saben por qué estaban todos pálidos?, pues porque las fundaciones privadas y las institucionales habían avisado que se había acabado el maná de doblones y que ajo y agua. Traducción: que igual el 50% o el 60% de las ventas de una feria de arte contemporáneo es dinero público o sujeto a condiciones de gasto social. Toma castaña. ¡Subvencionados! Y todo eso en medio de una atmósfera elitista y afectada donde parece ser que además de rico, culto y famoso habría que ser gay, mod o leer hasta para ir al baño determinada prensa musical y de tendencias "made in UK" para sacar adelante algo. Y no es un prejuicio, es una realidad que un grupo de actores parodió el primer día (en la imagen), donde uno de ellos era un clon de Andy Warhol, poses incluidas. 

Primera conclusión: el arte contemporáneo, ya lo dijo Antonio López, echó a correr para ser auténtico y en la huída hacia delante perdió de vista al público. Son los críticos, historiadores del arte y poderes fácticos que les compran los que les hacen inmortales, no su producción. Es triste de decir pero más triste es ver a un galerista elegante y culto comportarse como un fenicio miserable para vender una estupidez. Y sí, sabemos de lo que hablamos porque en el Equipo hay uno de esos cortesanos cómplices de este mundillo. Mientras no sean capaces de transmitir universalmente no habrá vanguardia que valga más que el precio que le ponga su alma y su marchante. 

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