miércoles, 21 de enero de 2009
Allá vamos...
Ya está. El segundo Mesías tomó posesión del cetro del mundo rodeado de gente de todas las razas, religiones, géneros y opciones sexuales y vitales imaginables. Y sin embargo, Barack Obama se irá dentro de cuatro u ocho años y el mundo seguirá igual que cuando el mediocre W era presidente. Oliver Stone le destrozó en su película, un biopic que desentrañaba las claves de un pensamiento ínfimo para una república convertida en imperio y que no sabe que lo es. Nada nuevo bajo el sol, ni ahora, ni después. América calca al milímetro el devenir de Roma, y los que vemos con distancia todo esto nos echamos a temblar pensando qué ocurrirá cuando el imperio se derrumbe y lleguen los bárbaros. Puede incluso que nosotros, los europeos, seamos los bárbaros surgidos con fuerza después de casi un siglo de ostracismo, muerte y derrumbe económico. Quién sabe. Aquí lo tenemos muy claro: con un poco de suerte Obama será un nuevo Marco Aurelio, o un nuevo Adriano, y con más suerte incluso que un Pericles griego disfrazado como presidente. Pero no esperen milagros, porque eso sólo lo hacen Dios y el Hombre de la Flor en el Culo, más conocido entre los mortales por Rodríguez Zapatero. Éste, por cierto, volverá a ser presidente en 2012, porque el día que se fue González nos miró un tuerto y no somos capaces de encontrar a un nuevo rey electo que esté a la altura. Buena suerte, Barack, por la cuenta que nos trae a todos, a ti el primero.
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