Lo peor que le puede pasar a alguien es perder la fe: en Dios, en un partido político, en una ideología, en la persona con la que se comparte la vida, en los amigos, en la familia..., o en un escritor. No nos gustan los gerundios en Corso Expresso, pero “teniendo” en cuenta la trayectoria anterior de Eduardo Mendoza resulta cuando menos una patada en la rodilla (en el menisco, eh, no en un lateral) leer ‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’, uno de los más vendidos en Salamanca durante la pasada Feria del Libro de mayor, por cierto. Injustamente. El mismo hombre tocado por un talento distinto y desbordante, el mismo que escribiera ‘La ciudad de los prodigios’ o ‘La aventura del tocador de señoras’, ha perpetrado un soporífero texto que intenta satirizar las relaciones de viajes de la Antigüedad, mezclándolo todo además con otra sátira, la de la literatura esotérica-religiosa. Resultado: difícil soltar una risa para un escritor que basa en el humor ácido (lo siento, pero no corroe ya ni el papel de fumar) su estilo y carrera. Dos maldades: o está viejo y ya no quiere esforzarse (dinero mediante) o realmente estaba con un experimento que le ha salido muy mal. Por supuesto, como con todo, el gusto está hecho de mil hastíos, así que cada uno es libre de poder opinar lo contrario. No obstante, es otro hastío más que forja el carácter.
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