La crisis no es sólo de dinero, también es de espíritu. No hay creadores nuevos, y los que hay se van. Los periódicos se llenan de mediocres de medio pelo que llevan toda la vida hablando y haciendo lo mismo. Nunca antes la periferia fue tan periférica. Sálvese quien pueda si incluso Herralde tiene que vender Anagrama, en esa Barcelona y ese Madrid supuestamente a la cabeza de la cultura. La industria se resiente más todavía con batacazos como la Ley Sinde, mal hecha, mal planteada y en manos de una cineasta de media tabla que ha confundido la justicia y el orden legal con la lucha contra la libertad en la red. Esa mujer es de los 80, y con eso está dicho todo.
A partir de ahora quizás haya que fijarse más en Bilbao, Gijón, Avilés, algunas cositas de Valladolid, en Madrid (obvio) y en Barcelona (igual de obvio), y mucho menos en una Salamanca que decepciona una y otra vez, donde todavía resuena el eco del paletismo por los folletos del DA2, toda una demostración de que es más fácil cambiar un Estado y su régimen que las cabezas de la gente. Nada bueno o nuevo hay en el horizonte del Tormes, quizás una Blanca Portillo más comercial que otras veces. Pero para eso hay tiempo. Cuando llegue el día 31, cerrad los ojos y pedid empresarios culturales con agallas, algo de dinero y muchas ideas nuevas. Porque lo demás ya ha dado todo lo que tenía que dar.
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