¿Fueron los mayas o los aztecas los que dijeron que en 2012 se terminaba la fiesta? Para el caso, ya empieza a dar igual. Dijo un aventajado discípulo de Nietzsche que cuando todo el conocimiento y el arte estuviera a nuestra disposición caeríamos sin remedio en el nihilismo. La democratización del arte no es una buena idea: el talento queda suplido por la publicidad y la promoción, algo que despista mucho al resto de gente. Por eso quizás cobra tanto valor ahora el clasicismo, incluso el "clasicismo reciente" de los años 20 y 30.
Es el caso de Horacio Coppola, uno de los discretos arquitectos del vanguardismo de Entreguerras desde aquella Buenos Aires que prometía ser la Nueva York del sur y se quedó en capital desarbolada y desmedida de una república bananera. Para quien no pudo ver sus 107 fotografías en blanco y negro que definen la modernidad urbanística de la mano de Le Corbusier cuando estuvieron en Salamanca, en el Centro Cultural de CajaGranada tendrá tiempo hasta el 3 de abril. En 1936 el Ayuntamiento de BA le encargó a uno de sus más reputados fotógrafos, Coppola, que registrar la ciudad para el cuarto centenario de la vieja colonia. El resultado fue un estudio arquitectónico y urbano donde los seres humanos son piezas de una gran maqueta global donde es la ciudad la que manda. Ese trabajo canónico es, hoy por hoy, una de las grandes obras del siglo XX, un arte fotográfico inanimado que puso las bases del resto de proyectos del mismo tipo.
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