Hay algo intrínsecamente extraño y fascinante en la literatura rusa. Y da igual la época. Es el fatalismo, el sentimentalismo y un extraño y latente humor negro. Las tres características son propias de un pueblo y un país que a pesar de su tamaño e importancia actual, siempre fue un ente marginal y aplastado por los vicios humanos del feudalismo y el abuso de poder. Siglos y siglos de vasallaje y servidumbre, de oligarquía, de monopolio del poder sin fisuras, de esa “vena asiática” que siempre han achacado a Rusia, convirtieron a los escritores rusos (y da igual la época) en navajas afiladas que diseccionan su mundo con esa dosis de tres elementos. Y mucha reflexión, y mucha humanidad surgida del dolor de la historia rusa. Así es como surgen libros como ‘Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin’, de Vladimir Voinóvich, publicado en formato barato por De Bolsillo con traducción de Antonio Samons García. Es una sátira demoledora del sistema estalinista en los albores de la invasión nazi de Rusia. Novela antibelicista, es además la mejor novela satírica rusa del siglo XX. Fue publicada en París en 1974 y durante años estuvo prohibida en la Unión Soviética, aunque circuló clandestinamente.
La obra más importante de Vladímir Voinóvich (Tayikistán, 1932) compone un preciso retrato de la sociedad a la que ridiculiza, al tiempo que pone en evidencia el absurdo y criminal funcionamiento de la burocracia y de las instituciones bajo el gobierno de Stalin. Todo gira alrededor del atolondrado y desmañado campesino y soldado Chonkin, enviado a un pueblo perdido para custodiar una avioneta que había aterrizado allí. Olvidado rápidamente por sus superiores, Chonkin se integra en la peculiar vida del pueblo, donde protagoniza un sinfín de escenas hilarantes en compañía de sus estrafalarios vecinos. Pero ante la psicosis provocada por la invasión alemana, la policía política se entera de su existencia y envía un destacamento para arrestarlo por deserción. Y eso sólo es el principio.
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