lunes, 5 de abril de 2010

Hipocresía


Decía Gervaise de la Rochelle que un brote de maldad es siempre ocasional, pero que en el momento en el que se piensa, se ejecuta y se oculta se convierte en maldad pura, y por lo tanto necesario un castigo acorde con la maldad. Él sabía bien lo que decía: luchó casi seis años contra la Esvástica y finalmente tuvo incluso que exiliarse del país que ayudó a liberar, Francia, perseguido por sus compatriotas. En absoluto, el mal no es un brote accidental. No lo es que un grupo de chicos linchen a una compañera de clase en cada recreo y la insulten mientras le atan la cadena del váter alrededor del cuello por ser... ¿más inteligente, negra, china, gay, diferente, débil? Tampoco lo es que la directora del centro diga que fue un empujón. Unos por acción, y otros por omisión...
A no ser, claro, que sea mejor hacer como el Vaticano y ocultar el pecado en lugar de perseguir a los pecadores. Según la Iglesia Católica que acumula miles de años de errores y fracasos sobre sus espaldas es mejor "no hacer caso de los chismosos" (Ratzinger dixit) que perseguir a unos enfermos capaces de, como en el chiste, llevarse al monaguillo a la sacristía para "enseñarle mundo". Muy buena jugada: es como los malos jugadores de ajedrez, que en lugar de abrir brecha se enrocan y defienden a pesar de estar ya en una esquina del tablero. ¿Quién diablos quiere ser espejo de virtud pudiendo ser tan hipócrita como el resto? ¿Para qué ser la Brasil del 70 pudiendo ser la Italia de 2006?





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