Tiempo malos para la épica, dominada por un esteticismo frívolo y absurdo que sólo contenta a los que sienten y padecen con la piel, no con las vísceras. Tanto en el arte como en el fútbol, dos entes cada vez más parecidos en muchos aspectos. En uno China reprime y prohibe cantar a Bob Dylan porque sus letras son contrarias al sentimiento nacional chino, un eufemismo para justificar lo mal que te puede caer alguien. Sólo por llevarte la contraria. En ese rincón perdido que es Salamanca se tiende siempre a primar la estética frente a la ética, justo al revés de como debiera ser. Hay dinero, como dice A. Martín Escribà, para ciertas cosas, pero no para las iniciativas que no pueden controlarse o que van por libre. Como Dylan.
Por eso las sacrosantas instituciones despilfarran el dinero en el turismo cultural y no en la industria cultural, esto es, prefieren (como decía De la Rochelle) no pensar y cobrar al turista. "Esta ciudad es muy difícil", dicen esos mismos exploradores de las letras y el cine que se parten el pecho para que el Congreso Negro salga adelante, pero son cosas que no pueden decirse en público porque el poder es como esa China rencorosa y mediocre que prohibe a Dylan. Así jamás gobernarán el mundo, sólo lo asustarán, y el miedo sólo sirve para los quince primeros minutos, después sólo queda la inteligencia, esa que China ha sacrificado en honor al progreso inmediato.
Profecía: si la estética es lo que manda, entonces determinados fenómenos durarán lo que tengan que durar, pero luego su caída será estrepitosa, como China (mucho dinero, poca moral, ninguna virtud y en apenas 20 años han sumado todos los defectos de Occidente a los suyos); como en el fútbol reinante, mucha estética pero poco fondo en el alma. Todo esto se parece tanto a la caída de Roma... *
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