domingo, 4 de abril de 2010

Click!

Esto es lo que sucede cuando el neocortex está demasiado estimulado. Mandado por L.L.G. para Corso Expresso con todo el cariño de quien tiene demasiado tiempo libre. Ha pedido que se lo publiquemos. Ahí va...

Sus ojos se posaron entonces en una pintada del baño. No se había percatado de la cantidad de pintadas y frases que había escritas por todo el pequeño váter. Vio una curiosa, escrita a toda prisa: “Bienvenido al lado oscuro”. Valiente mamarracho. Pasó a otra. “¿Quieres sexo duro? Llama a Jenny al 634……”. Vale.. Después, junto al dibujo espantosamente carente de talento de un pene, un teléfono con una frase sin terminar: “Te la voy a …..”. ¿Por qué la gente siempre se pone tan mezquina cuando puede ser anónima? Cerca había otra más inteligente, pero no menos implícita: “El amor es cuestión de ángulo”. A los lados había un montón de frases incoherentes. Siete de cada diez eran sórdidas hasta tener que apartar la mirada ante la imagen mental. Luego, otras tres eran insultos racistas, fascistas, lemas comunistas vacíos de sentido y valor, gente diciendo que no eran españoles junto a otros que lo proclamaban a todo el que pudiera leerlo.


Entonces fue cuando la vio: “Tío, yo de ti prestaría mucha atención”. Todas las grandes historias empiezan con el gesto que tuvo Martín Pescador en su cara: sorpresa, extrañeza, un chirrido que hace que aquella frase no encajara bien en el puzzle de maldad y asco que era el váter. Una línea recta que de repente pega un giro inesperado, se enrosca y sigue el camino haciendo eses, premonición de que algo era diferente. La frase estaba escrita en malva brillante, un color que no casaba con el azul, el negro y el rojo histérico del resto de pintadas. Sus ojos se fueron instintivamente hacia la siguiente mancha del mismo color: “En serio, no es broma, ¿has prestado atención desde que entraste al váter?”. La mueca de sorpresa era ahora de curiosidad malsana. No muy lejos, en ángulo de 45º había otra sentencia: “Has tenido mala suerte, tío, porque ahora vas a tener que decidir qué hacer”. Y llegó al extremo inferior de la puerta. “Bajo tu culo hay una bomba de presión. Si te levantas, volarás por los aires convertido en kilos de carne picada”. Buena broma. Muy elaborada. El tipo que lo hizo debía ser un cachondo con mucho tiempo libre. Sí, cualquier otro se habría encogido de hombros, usado el papel higiénico y levantado. Pero Martín Pescador se quedó tieso. Él creyó aquello. ¿Por qué? Sencillo: el click. El maldito click que se había oído al principio. No era un crujido, ni un chasquido, ni nada reconocible: sólo un ruido metálico extraño y fuera de contexto en aquel váter... sólo un click!


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