jueves, 22 de abril de 2010

El Museo Taurino es una capilla rococó


Érase una vez que se era una ciudad llena de rancios, de gente que convertía pertenecer a una peña taurina el eje central de su vida y su esencia, un seppuku en el que el raciocinio caía en manos del gusto. Fuera o no fuera moralmente reprochable. Era una ciudad fabulosa de grandes palacios donde había un museo dedicado a esos astados privilegiados, todo el día pastando, trotando y esperando el día de la plaza. Añadan ustedes toda la liturgia lingüística que a nosotros nos da pereza… Pero una cosa es amar con profusión de giros verbales e iconografía propia y otra muy distinta acuchillar como fajoneros de callejón madrileño del siglo XVII a quien osa criticar. Rancios, intolerantes, niños de la pataleta y venda en los ojos, fusionados con sus peñas de igual condición intelectual, agresivos y faltones. "Dadme un fanático y moveré el mundo", dijo Hitler.

Problema: en el Museo Taurino de Salamanca los focos a toda potencia se cargan las sedas y además sólo entran objetos de los amiguetes. Parece ser que esto ha cabreado mucho a este mundillo de rancios peñistas, pero una cosa es dar puñaladas desde el anonimato y otra muy diferente insultar al que piensa diferente. Hace mucho tiempo ya dejamos eso del periodismo taurino a la altura de los barriobajeros machistas y rancios, y han vuelto a darle otra vuelta de tuerca a sus propios pecados. Qué fácil es poner a parir a un anónimo, insultarle porque no dice su nombre, pero hacerlo firmando también como anónimo. Y el Museo Taurino no es una capilla barroca, es rococó Luis XV con tirabuzones.

Todo esto nos recuerda a De la Rochelle el día que discutió con un filatélico por un sello antiguo de la reina Victoria de Inglaterra. Al final le cascó la realidad: “Pero si sois cuatro gatos, ¿qué importa lo que pienses?”. Pues aunque fueran 4.000 gatos, da igual. Y por cierto, es indignante que Salamanca, ciudad taurina donde las haya no explote su condición y se haga un buen museo internacional de la tauromaquia, con algún que otro grabado de Picasso que atrajera turismo, for example. Y eso que los toros nos importan un comino, pero también el punto de cruz y mira, tiene su aquel…

PD: Y todo por un Castro que simplemente dijo la verdad. Si llega a mentir...

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