Post informativo, para variar, para los seguidores salmantinos que aprecien más el producto cultural especializado que no el de las masas. Qué manía hay en este país de que todo sea para todos, como si a todos les gustara lo mismo o entendieran de verdad de todo. Qué gran frase: “Para las grandes minorías”.
1. Mañana arranca el XIX Festival de Música de Primavera, otra edición de ese esfuerzo titánico de difundir la música contemporánea, no las derivaciones del rhythm & blues afroamericano (rock, pop, jazz, hip-hop, blues, soul), sino la verdadera música sinfónica contemporánea, tan rara y desconocida que sólo la Usal y el Smash Ensemble se atreven a sacarla de paseo. Y eso que muchas piezas no son más antiguas de 1990. Pero ya se sabe, al principio, siempre cuesta.
2. El martes da comienzo la edición más descafeinada del Congreso de Novela y Cine Negro. Son uno de esos puntos preferidos en este blog, y siempre les hemos dado seguimiento, coba y loas, porque Javier Sánchez y Àlex Escribà se lo merecen, pero este año… si Paco Lobatón, Jambrina, Carlos Salem y el madero metido a periodista Manuel Giménez son lo mejor que pueden traer… entonces es que no hay un puñetero euro para más cosas. Lo malo de cortar el grifo de la pecunia es que, además, hay vergüenza para reconocerlo. Pero seguimos teniendo fe en ellos, llegará un día en que sea como la Semana Negra de Gijón. Paciencia y esperanza. Y pasta, gansa o como sea, pero pasta, de editoriales o productoras, da igual.
3. El día 30, la Orquesta Sinfónica de Bilbao con Alessio Bax para otra noche temática a Tchaikovsky. El ruso es como el comodín de la baraja, cuando alguien no tiene mejores ideas y programas vale igual para un roto que para un descosido. En Salamanca echamos de menos a Debussy, Satie, Schoenberg, Richard Strauss, Berlioz, Rimsky-Korsakov, Stravinsky… ¿y qué tal un ciclo sinfónico sobre Beethoven? ¿Y Wagner, saben que existió un tipo llamado Wagner, verdad? Desde que Caja Duero decidió fulminar el Florilegio se cerró el 45% de lo bueno imaginable. Programas muy facilones, demasiado, pensados no para melómanos abiertos sino para masas con ganas de dar apariencia. El clasicismo, abandonado por el Poder, por casi todo el mundo. Triste, muy triste.
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