Fuera de Salamanca no lo conoce casi nadie. Es, digámoslo así, una cabeza de ratón en lugar de cola de león. Para no darle publicidad, no diremos el nombre, pero es otro que tiene el privilegio y el lujo de poner a caldo al gobierno municipal, algo que no pueden hacer los demás so pena de censura, expediente y patada en sálvese a la parte. Vive montado en el propio mito de ser una especie de Diego Manrique de andar por casa: ya saben, nada como especializarse y aferrarse a un rincón concreto para tener éxito y cierto renombre. Vive de sí mismo, lo cual en estos días es todo un mérito, o no... Pero en una cosa tiene razón, y es que no hay día que no se postulen como vendedores de humo. Con el rimbombante Festival de Música Independiente ocurre lo mismo que con otros formatos artísticos: como aquí sólo lo consumen cuatro gatos, pues lo inflan para que sea una pequeña perla más. Nada de eso. Arizona Baby estuvo en Salamanca y sólo consiguió juntar a un puñado de centenares; en Madrid, cerca de 4.500.
Al final la mediocridad de la oferta pagada con nuestros impuestos sólo es responsabilidad de: 1, los gestores, incapaces de ver más allá de sus narices, que no arriesgan, que no paran de contratar nimiedades para llenar programas (mucho malo, poco bueno, justo al revés de cómo debiera ser), y 2, la falta de pasta. Ya saben, donde no llega el talento lo hace el dinero, y viceversa. Un cheque no asegura nada, pero puede ser un buen comienzo. De lo segundo no podemos más que resignarnos y rezar para que los cabezones concejiles se den cuenta de que cuando se tiene poco dinero hay que saber dónde invertirlo, lo cual nos lleva a que sí tienen la responsabilidad en el primer tipo de pifia.
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