Dedicado a los que se ganan el pan con la destrucción lenta de las yemas de sus dedos, dándole a la tecla hasta que sólo quede el blanco del hueso.
Mañana aburrida y gris de normalidad absoluta.
Mañana de plomo bajo la ducha; todos los días se parecen.
Mañana miserable de caras largas y miradas huidizas.
Mañana abominable al llegar a la factoría y darse cuenta de que los mismos imbéciles, tú el primero, siguen ahí.
Mañana torcida al percatarse de que el pan ganado no llega porque los idiotas equivocados siguen en el mismo sitio.
Mañana de miradas cómplices con algún amigo, igual de hastiado que los demás.
Mañana de Job de paciencia infinita al escuchar la enésima queja del enésimo lerdo con el que se comparten aire y aspiraciones.
Mañana de trabajo innecesario, de pago de los errores ajenos sólo porque alguien tiene que cargar con la culpa de las tontas cabezas de turco.
Mañana de instinto homicida simpsoniano porque el oído retumba con la lengua enroscada de las plañideras de siempre, ¿y van ya cuántas lágrimas por su mala vida…? Pégate un tiro y déjanos en paz, por favor.
Mañana de abismo sublime, como si nos columpiáramos en el alambre al ver todo el trabajo pendiente que otros no han hecho por pereza, incompetencia o mezquindad.
Mañana en la que promete llover un diluvio pero no cae y ahí sigue el mundo girando y girando…
Lo mañana en lo que sólo se salvan ‘Rainy Day Women’ y ‘Subterranean Homesick Blues’ de Dylan. Si no fuera por él no creemos que sería por otro. Buena suerte hoy, desdichados.
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