sábado, 10 de octubre de 2009

Momento Zen de la semana

Un discípulo impaciente le preguntó a su sabio maestro Wu-Tang: "¿Por qué yo trabajo el doble que Wei, el capataz no hace ni dice nada y el emperador nos da los mismos sacos de arroz?". El sabio fumó de su pipa y miró hacia el cielo. Luego a su discípulo, y con cara de póquer le contestó: "El perezoso siempre carga su estupidez en los hombros del que no lo es". El discípulo asintió. Pero eso no le quitaba su amargura. "¿Debo pues, maestro Wu-Tang, dejar de trabajar para hacer justicia?". El sabio volvió a mirar al cielo. "No, porque entonces serías igual de perezoso que él". El discípulo dijo que sí, que efectivamente, tenía razón. "Pero maestro, ¿cómo puedo entonces eliminar esta injusticia que me devora la voluntad?". 

Wu-Tang, progresivamente hastiado de su quejica discípulo, miró a la tierra y luego suspiró. "Debes ser como una roca de río, que el agua te sobrepase pero no te atraviese, que la corriente te pula en lugar de destruirte. Cuanto más pienses en el mal más cerca estarás de ser igual que ellos. Sosiega tu alma y sigue haciendo lo que hasta ahora, simplemente deja que el agua no te atraviese...". El discípulo, finalmente satisfecho, agradeció el consejo y se fue con el alma en paz. 

Entonces Wu-Tang llamó a uno de los guardias y con sumo cuidado susurró a su oído: "Dile al capataz que o pone a Wei a trabajar más o le rompo las piernas. Como tenga a este pesado todo el día quejándose me va a dar un jamacuco, ¿estamos?". El guardia se fue diligente y el sabio respiró tranquilo, porque aunque es cierto que debemos ser como piedras de río y no dejar que la fuerte corriente nos destruya, también es cierto que una buena presión ejercida en el punto adecuado hace milagros en la voluntad de los inútiles y perezosos. Pero no sería él, desde luego, que la excelencia y la virtud tienen una imagen que no debe ser manchada...

Dejemos pues, que nos pula la corriente del río de la vida, porque si no... crack.

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