sábado, 24 de octubre de 2009

La fórmula para salvar el negocio del libro (1)

¿Para qué sirve una Feria del Libro? Pues depende de lo que se busque. Ninguna feria sirve para fomentar la lectura, eso seguro. Así que fuera excusas filantrópicas que no se cree nadie ni borracho. Normalmente son reclamos mediáticos para presentación de nuevos libros, o tinglados extras para hacer caja extra. Nada mejor que tener a un montón de gente en un sitio y hacer una presentación pública de la última novela de Fulano de Tal para que el boca oreja funcione. Un ejemplo de negocio redondo es la Feria del Libro de Madrid, donde el más avispado se da cuenta de que el truco de vender libros en la calle y concentrar toda la atención sirve para sólo los más grandes. Las ferias en las ciudades más pequeñas no son económicamente rentables, y nos da igual lo que digan los libreros o sus representantes. En una ciudad como Salamanca, que tiene tres citas anuales con el gremio de Gutenberg (Día del Libro, Feria del Libro y Feria del Libro Antiguo y de Ocasión), sólo sirve para hacer caja la primera. Las otras dos pueden suponer un plus del 10% de lo que se hace normalmente, y sólo si la feria se hace en la Plaza Mayor. De todas formas nunca se sabe bien si es cierto lo que dicen los libreros o no, porque las cifras bailan en función de a quién se pregunte. Y ahora viene la razón: al cadena Fnac ha demostrado que si se concentra en un edificio cine, literatura, música y audiovisual se genera más caja en todas las secciones que en cualquier otra tienda parecida. 

En Salamanca los libreros siguen pensando artesanalmente, todos, y nadie se ha parado a pensar cómo frenar lo que ya está pasando: El Corte Inglés ya les ha dado un mordisco en los riñones que va a dejar a más de uno por el camino. A lo que intentamos llegar es a que en Salamanca hay un protozoo de lo que debería ser la Fnac local: es la librería Víctor Jara. Si comprara el edificio de al lado y lo dedicara a música y cine ese trozo de calle sería un imán, mejoraría el servicio y mucha gente, por puro contagio, fomentaría el consumo literario. Como dijo uno de los jefes franceses de Fnac cuando abrió en Madrid y nadie daba un duro por ellos: “Primero la música, y luego, por inercia, los libros y el cine”. 


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