viernes, 27 de mayo de 2011

Ponerle puertas al campo


Las futuras guerras se harán igual que las futuras industrial del conocimiento y la cultura: en la red. Las peleas entre compañías tecnológicas y de software son equidistantes a cómo se empieza a pergreñar el conocimiento y su distribución. Ya todo pasa por ese tamiz, y lo que no esté en internet, está muerto o no existe. A los pocos años de que internet funcionara a un rendimiento más o menos óptimo, lo primero que se hizo fue copiar todo el saber enciclopédico, y poco después, hasta el último cuadro o dibujo accesible.

Los propios museos han hecho copias digitales a partir de fotografía de alta resolución: es una nueva arca, por si se va todo al infierno, pero lo cierto es que por ese embudo también se ha colado mucha mentira, demasiada. Es una guerra abierta entre lo frívolo (especialmente en las redes sociales) y lo serio, entre la esfera de los bloggers (capaces de lo mejor y de lo peor, de ser un buen bisturí a convertirse en la mayor cortina de humo imaginable) y las webs oficiales que intentan imponer cierta calidad a lo que dan. La red es un posible universal, una forma de vida, una herramienta que en buenas manos puede ser la forma definitiva de llevar el conocimiento a todos los rincones del mundo, a todas las personas.

Pero es como todo: en buenas manos. Igual que las religiones y las ideologías: bajo la dirección correcta son perfectas, o cuasiperfectas; bajo control de fanáticos, mediocres o directamente aprovechados, una gran pesadilla para todos. Por eso el tamiz es fundamental, por eso sí hay que tener un buen perro, un sabueso que sepa diferenciar la mierda de lo necesario. No se le pueden poner puertas al campo del acceso (eso va por la Ley Sinde), pero sí que es imprescindible poner a un verdugo que siegue todo lo que dificulta el conocimiento en la red. De conseguirlo, de poder echar fuera la basura, las mentiras y las realidades ficticias en manos de lobos solitarios con @ incorporada, la red trascenderá el nivel de lo social para convertirse en el nexo cultural. En la UNED se dieron cuenta, vamos a ver si los demás siguen el ritmo.

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