viernes, 20 de mayo de 2011

Lars von Trier es...


Regla número 1 del Manual del Buen Superviviente: Jamás, jamás, jamás, jamás, jamás, jamás, jamás, por Dios bendito, jamás, se te ocurra bromear con el Holocausto judío. Los hebreos son un pueblo machacado y machacador, con un instinto de supervivencia brutal, capaces de adaptarse a todo tipo de cortapisas, patadas en la entrepierna y zancadillas, parte insustituible de la civilización occidental, cómicos geniales, escritores obsesivos, músicos retorcidos y maestros del noble arte de pensar, hoy en notable decadencia.

Lars von Trier está, simplemente, tarado perdido. Es un lerdo, no por lo que ha dicho, una memez que ni él mismo se creerá, sino porque lleva muchos años sustituyendo el talento para hacer cine por bromas pesadas y todo tipo de experimentos fallidos. A los escandinavos, muerto Bergman, eso del cine parece quedarles algo grande. La literatura es otra historia. Danés de origen alemán, es el perfecto modelo del burgués intelectualizado desde la izquierda y lanzado con fuerza contra la pared.

Von Trier lleva años medicándose por varios trastornos psicológicos, y eso no lo sabían en Cannes, donde se quedaron lívidos con la gilipollez de turno de jugar a ser el más guay y meterse con los judíos. Aquí ya hemos señalado muchas veces que Israel tiene el peor síndrome de la víctima-verdugo de la Historia: putean a los palestinos como antes les putearon a ellos durante siglos. Es un acto reflejo: ¿quieres matarme y echarme al mar, árabe?, pues te va a costar mucha sangre y más lágrimas. Pero eso no implica que ser judío sea sinónimo de cabrito machacador: juzgar el todo por las partes es lo que hacen los niños. Ser antisemita es tan patético como antiislamista: donde no llega la inteligencia lo hace el prejuicio y el tópico.

Carlos Boyero, uno de los referentes (bueno, a veces menos) que solemos usar para juzgar el cine, dice que la película que ha presentado en Cannes, 'Melancholia', es buena pero no para tirar cohetes, pero que con el psicodrama nacionalsocialista ha terminado de cargarse una carrera ya de por sí compleja, con unos bandazos que ni un pesquero en medio de una tormenta. Es un claro caso de intelectual y artista que para poder lanzarse en tromba sobre su obra necesita llamar la atención. Es penoso.

Si no fuera tan tópicamente típico cuestionar el Holocausto (hay más de 1.300 pruebas contrastadas del mismo sin contar con los testimonios de los testigos, por cierto, de todo tipo, imposibles de cuestionar e invalidar) Lars von Trier incluso haría gracia. En su día su supuesta gran película, 'Los idiotas', nos pareció una memez pasada de rosca, mucho ruido de crítica y pocas nueces artísticas, pero lo de esta semana de pasión en la costa francesa ya es de órdago. Dios los crea y ellos se escoñan. Al final igual la película es buena y todo, pero, ¿acaso importa ya?


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