sábado, 4 de febrero de 2012

Wert y las mentiras


Hay algo intrínsecamente perverso en la acción política: la manipulación de la realidad. Cuando uno más uno son dos, pero tú necesitas que sean tres, no hay forma más común de conseguirlo que decir que son tres, caiga quien caiga, aunque la realidad sea otra, porque la política se basa en el convencimiento ideológico, en que los fieles vean que son tres y no dos, aunque el sentido común diga que estás equivocado.


La sociedad está acostumbrada, después de unos 200 años de democracia en movimiento desde el siglo XVIII en Inglaterra y Estados Unidos, a ser adoctrinada y a veces se traga que uno más uno son tres. La propaganda es un arte, y por eso cuando el nuevo jefe de Educación, el ministro Wert, dijo que la asignatura de Ciudadanía adoctrinaba contra el capitalismo, estaba asentado algo ideológico como parte del bien común. ¿Es que las clases de religión católica no adoctrina? Claro que sí, pero es mejor que el status quo heredado de otros tiempos pasados siga como está, no vaya a ser que cambie algo de verdad.

España es lo que se podría llamar un país "culturalmente católico", pero no de fe o pensamiento, mucho más cuando embusteros consumados como Wert manipulan libros y dan por hecho que un ensayo izquierdista es manual de Ciudadanía para los chicos en la escuela pública. Wert es una demostración más de que incluso el más prístino (no es su caso, viendo su pasado) de los profesores universitarios o ejecutivos es un peón en manos del arte de la propaganda política. Han quitado una asignatura que a nosotros siempre nos pareció una idea no muy buena, pero tampoco es que enseñarle las cuatro a cinco tonterías habituales del catolicismo doctrinario sirva para mucho. Treinta años después de clases de religión los chicos no son más creyentes, más bien lo contrario. El fracaso de la educación católica también se extiende hacia los colegios privados, nidos de hipocresía en los que apenas un 15% de los chicos y chicas salen rezando.

Así pues, una simple y pequeña conclusión: en lugar de intentar que España siga pariendo hipócritas o pequeños Santo Tomás de Aquino, ¿por qué no luchar para salgan más Stephen Hawking, Francis Bacon, Locke, Voltaire, Joseph Conrad o por lo menos otro García Berlanga? Es que eso cuesta, y no va dentro del paquete político. Este tipo de gilipolleces son las que brotan como champiñones cuando la política tiene demasiado peso en una sociedad. Muy typical spanish, por cierto...



1 comentario:

Anónimo dijo...

Os doy toda la razón, desde el perfecto y profundo padecimiento de mi educación ante-conciliar. Y tengo miles episodios de razón, aunque les pese...
Luis Cadenas, desde Canarias.