martes, 7 de febrero de 2012

Dinklage y la falta de imaginación


En abril la HBO dará rienda suelta a la segunda gran píldora de una serie ('Juego de Tronos') que, en perspectiva, podría ser para la TV lo que 'El Señor de los Anillos' para el cine fantástico. Asistimos a toda la revisión de un género en el campo audiovisual, tal cual. Lo mismo que hicieron Kubrick y George Lucas lo están haciendo ahora con la saga literaria de George R. R. Martin. Es producto de género, un formato cerrado donde se explotan temas, símbolos y recursos colectivos. Por desgracia siempre serán destinados a públicos no mayoritarios, pero cuya minoría no es tan grande cuando alcanzan al gran público. Sobre todo cuando aparece un actor genial como Peter Dinklage (en la imagen) que soporta sobre sus espaldas casi todo el talento de la serie. Tanto como para llevarse un Globo de Oro, entre otros premios. Un pequeño gran hombre que es todo imaginación y talento.


La ola expansiva de 'Juego de Tronos' llega a España casi a la misma vez que allí, hasta el punto de que la sola mención hace saltar a muchos fans. Ya hemos hablado mucho de los géneros y el poco rendimiento que se le saca en España, excepción hecha del género negro, donde nuestro país es una cantera casi inagotable, y que gracias a su expansión a la TV primero y (en menor cantidad de lo deseable) al cine después. Pero el bajo rendimiento de 'Eva' de Kike Maíllo y la nula producción de más ciencia-ficción o de género fantástico es un síntoma crónico. ¿Es por culpa del dinero? Los fans de 'El Señor de los Anillos' hicieron una precuela amateur con una factura de producción de unos 30.000 dólares que era increíble en su calidad. Pero nadie se atreve porque se supone que no hay público, una excusa que se viene abajo cuando los datos de audiencia de Canal Plus de la primera temporada de 'Juego de Tronos' se unen a las descargas legales e ilegales de la misma. Sí hay público. Lo que no hay son agallas.

Y lo que hay, sobre todo, es mucha pereza y poca imaginación a la hora de crear en el cine, la TV, incluso en la literatura, muy pocas ganas de mezclar géneros, de deformar los límites y los estilos. Hay demasiados aprendices de Cortázar y muy pocos de Philip K. Dick o Bradbury, muchos ansiosos de ser Marías (que sólo hay uno) y apenas un puñado de gente que podría medirse a Greene o Conrad. El modernismo falsario creado en España en los años 80 se extendió a la música y en parte propició su caída, y lo mismo ocurre con el resto de artes, donde hay mucha repetición y muy pocas ganas de arriesgarse con las armas que da el talento y los géneros en la mano. Y dicho esto, nos gustaría recordarle a la gente escéptica incapaz de separarse de sus manuales de comportamiento de revista de tendencia que la mayor candidata a los Oscar este año es una película en blanco y negro, muda y hecha por un puñado de franceses. ¿Hay o no hay sitio para los géneros llevados al límite? Pues eso, nenes...




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