sábado, 13 de febrero de 2010

El Barrio y la Castafiore

Hay buenos cantantes. Hay malos cantantes. Hay peores cantantes. Y finalmente están los que tienen cierto talento pero tan mal aplicado y con una visión tan, tan, tan… que ya no quedan ganas de tocar la campana. Se llama Síndrome de Castafiore en honor a la pésima soprano de los cómics de Tintín que no era consciente de su mediocridad y se creía su propia historia. Hay mucho así. Hoy pasa uno por esta recóndita ciudad. Cuando mandamos al becario a escribir esto todavía no había empezado el concierto, pero ni puñetera falta que hacía: para saber cómo suena un músico están sus discos pirateados, y para saber cómo actúa en un escenario están los vídeos de Youtube. 

Resultado: si quiere usted tocar flamenco, por favor, toque y cante flamenco de verdad, suene como sonaba Camarón (si puede), o cuando menos intente parecer que suena como él. No haga fusiones, no haga mezclas de palos y músicas que no tienen sentido fuera de sus propias normas. Se le puede meter una guitarra al flamenco, o un saxo, o un clarinete, o percusión, o una gaita escocesa, pero no coger el flamenco y meter górgoros donde no debe y encima hacer pasar por genuino algo que lleva años haciéndose mucho mejor. El Barrio es un claro ejemplo de este síndrome, capaz de decir que bebe de Triana y Medina Zahara y quedarse tan pancho: pues no, ni uno, ni lo otro ni lo que pretendes. Ahora, eso sí, tiene seguidores que son legión, como todo lo que cumple esa vieja ley de la música que reza así: “Es lo suficientemente malo como para tener éxito”. 


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