Impresionante, gloriosa, ácida, irónica, salvajemente humana y toda una lección maestra de cómo hacer cine, y más concretamente el siniestro y escurridizo cine político. ‘El Divo’ es uno de esos descubrimientos sorpresa que noquean como un peso pesado sobre la lona: no se le espera, no se imagina, y cuando hace acto de presencia el efecto sorpresa aumenta la sensación de estar ante una obra maestra.
‘El Divo’ es una visión satírica al mejor estilo romano de la vida política de Giulio Andreotti, desde que es elegido para ser Primer Ministro por séptima vez en el albor del holocausto político que fue Tangentópoli en los años 90 hasta mediados de esta presente década, cuando fue absuelto de los delitos de asociación mafiosa y conspiración. Paolo Sorrentino, una de las bocanadas de aire fresco del cine italiano (demasiados años de decadencia ya), consigue encajar la gran caja china que es la disección del hombre más poderoso de la historia reciente de Italia, 7 veces Primer Ministro y 25 veces ministro, además del ser más profundamente retorcido y maquiavélico, el último monstruo del siglo XX, como lo llamó Indro Montanelli. Y para botón, una muestra de un diálogo del inicio de la película: Andreotti, perfectamente mimetizado por Toni Servillo (siempre con un tono ácido sobre el personaje, su forma de andar, su encorvamiento de hombros, su mirada inexpresiva), entra en la iglesia. El sacerdote le ve y se sienta a su lado y comienza a hablar:
- De Gaspieri y Andreotti iban juntos a misa y todos pensaban que hacían lo mismo. De Gaspieri hablaba con Dios; Andreotti con el cura.
- Los curas votan, Dios no. – contesta Giulio Andreotti.
No hace falta decir mucho más, porque el resto de la película es lo mismo pero elevado al cuadrado. Corran a por una copia, pirata o legal. Pero corran.
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