No es bueno ponerse sentimental, pero mal, muy mal está la situación cuando la eficiencia es sustituida por la sumisión, sea como sea, en el momento que sea. Independientemente de que los humanos eficientes sean luego unos filibusteros que negocian sus beneficios al margen de la masa. Los grupos de trabajo siempre funcionan de acuerdo a dos principios: las órdenes y la disciplina. Las primeras pueden ser buenas o malas, pero siempre van en un sentido; la segunda brilla por su ausencia en la mayor parte de los centros de poder y de trabajo, y normalmente suele venirse abajo por pereza, costumbre, anquilosamiento o una dirección inútil y caprichosa. De esto último en España saben mucho, especialmente en plena crisis donde la guadaña siega sin compasión, como la Peste Negra. La gran peste asola por completo la nación (la de todos, no la de Guardiola… payaso) y se lleva por delante a todos como en una ruleta rusa, y no se libran ni jefes ni vasallos, ni primerizos ni veteranos. Es una lotería, un azar infantil y caprichoso que demolerá cualquier posibilidad de supervivencia o de mejora. Si al menos la Peste Negra se llevara a los peores habría alguna esperanza de superación, pero no hay nada de eso, sólo más errores acumulados. Al final va a ser cierto lo que decía Buenamadre, “la novela favorita en cualquier empresa es ‘Diez Negritos’”. Cada vez que se apaga la luz la palma alguien más. Sólo se nos ocurre un consejo: "Ante todo, mucha calma, que de peores hemos salido". O no...
No hay comentarios:
Publicar un comentario