viernes, 30 de diciembre de 2011

Cine social: el plato de verduras


Una de las peores trampas de esa pulsión intelectual llamada realismo, aplicable a la literatura, el cómic, el cine, la TV y el teatro, es la de que cuando uno se preocupa del pobre limpiabotas de la esquina y sus miserias está realmente haciendo justicia social. Es una finta que el mundo real lleva haciéndoles al arte y a la ciencia desde hace siglos, y no para de ser lo que es: una buena mentira.


No dudamos de la maestría de Ken Loach o Kaurismaki, el segundo de nuevo en la pantalla con 'El Havre', la enésima película sobre la inmigración en Europa que ni resuelve nada ni aporta nada nuevo. La historia del Quijote adaptada a los tiempos es algo que ya ha hecho Ken Loach tantas veces que aburre, y Mr. K va por el mismo camino. Y los críticos no han parado de hacerles la ola sin parar, como si ese cine fuera el único digno de ser arte. Los prejuicios, los tópicos y un sistema de castas heredado de los gloriosos años 50 en EEUU y Europa que no ha parado de zancadillear los nuevos caminos. Una prueba más de que los críticos son cada vez la parte menos útil de la cadena de producción audiovisual.


Ahora bien, eso no quita para que películas como 'El Havre' sean tan necesarias como comer fruta después de comer: son esas costumbres periódicas que permiten alargar la vida un poco más de lo que el resto del devenir nos permitirá. Ken Loach es como un plato de crema de verduras: no huele muy bien, sabe raro pero hay que comérselo de vez en cuando para evitar que en lugar de sangre en las arterias tengamos sólo carne picada made in Burger King. El problema surge cuando para Europa TODO tiene que ser cine social y encumbra producciones menores y sin tirón con el público, tan sensible a los problemas de la inmigración, las minorías o las injusticias sociales como nunca antes. Porque esta crisis está tocándole las narices, sobre todo, a la clase media que vota. Así que el ciudadano medio no es el borrego insensible que predice Loach y Mr. K, sino alguien que cuando va al cine busca algo más, un escalón más de sofisticación, porque si no se queda en casa, enciende el ordenador y se descarga la película para verla en casa con un bocata de jamón en una mano y una café en la otra, por ejemplo.

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