Ya es una realidad: el Ministerio de Cultura desaparece, engullido por el de Educación, que también devora Deportes. No tiene por qué ser perjudicial, ya que quizás encuadrado en las filas del mundo educativo la Cultura gane eso por lo que hemos clamado desde hace tiempo, que se redefina a la industria cultural en dos varas de medir: la rentabilidad económica que les dé independencia a los autores y productores, y su vinculación con el sistema educativo, de alguna manera ingeniosa, para que la siguiente generación sea menos lerda que la anterior. España es un país con tres piernas y tres consecuentes talones de Aquiles, y el déficit educativo es uno de ellos. No por volar libre la cultura va a tener más peso. Pero volar libre en manos de necios sí que es una pérdida de protagonismo. España tiene mucho que ganar con la industria cultural, porque genera dividendos de imagen que a su vez atraen al turismo. Eso lo saben al dedillo en Madrid, donde incluso los conservadores invierten en artes escénicas y museos que suponen ingresos para la gente: en España se ha impuesto la "escapada a Madrid" en fin de semana para ver la nueva exposición de El Prado, una obra teatral o un musical en la Gran Vía o dejarse los maravedíes en la FNAC o la calle Preciados.
RESUMIENDO: es lo que hagas con las cartas que tienes, tu inteligencia práctica, lo que marca el camino de una tarea, no qué tipo de cartas te dan. A veces con menos se hace más, y viceversa. Será cuestión de esperar a ver si ha sido una buena idea o no, pero de entrada hay que esperar y apuntar un tema: nadie, ni el PSOE, quiere aplicar la Ley Sinde. Así que un buen punto de apoyo podría ser ese. El otro sería reformar las subvenciones a los creadores para apoyar a los que empiezan y generar algún feedback con los que han triunfado (y que por Dios, dejen de mamar de la teta ya, coño, que piensen en los jóvenes autores). Dentro de un año veremos si ha sido una pifia o un acierto. De momento, ya hemos mandado a afilar la guadaña al herrero.
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