¿Recuerdan la escena final de 'Indiana Jones y el Arca Perdida', cuando unos funcionarios americanos de los años 30 llevan el Arca embalada camino de un estante más de un gran almacén de cosas raras en medio del desierto de Arizona? Es una escena realmente mítica, de esas que alimentan la imaginación y sirven para hacer referencias transversales con la realidad, una de las principales ocupaciones del buen freak. A nosotros se nos ha ocurrido una: el DA2 es como el Arca de la Alianza, embalada en una caja simplona de listones de madera camino de algún lugar perdido en un gran almacén llamado Ayuntamiento de Salamanca, antaño rebosante marmita llena de poción mágica (llámese dinero) y hoy vacía y con costra en el fondo.
Cualquier tiempo pasado para las artes siempre fue mejor, porque falta el engranaje fundamental en estos tiempos que corren: la pasta. No son tiempos estos para Lopes ni Quevedos, ni Cervantinos ni nada por el estilo: el ingenio y la astucia no son virtudes del autor, sino de los héroes de cuento. El DA2, como el Arca perdida, era un arma poderosísima que durante unos años estuvo en manos de gente que supo darle algo de sentido, de contenido, de cierto dinamismo, hasta hacerse algo muy difícil en este negocio: un nombre. Ahora la embalan y la suben a una carretilla para llevarla al fondo, con el Museo del Traje, el Museo de Arquitectura, el Museo Oriental... al reino de los pasos perdidos. Empujando van Mudito (*) y otros personajes que son engranajes internos del almacén, donde como buenos funcionarios se pica la tarjetita y no se piensa.
Figurantes de una película en la que tienen el papel de ser los que después de tanto esfuerzo pongan los clavos en la caja y se la lleven al final del pasillo, a algún lugar donde no moleste. Lo peor de todo es que estuviera quien estuviera en el trono, haría lo mismo.
Poderoso caballero es don Dinero, pero todavía más poder tiene doña Ignorancia, una lacra tan nefasta como un brote virulento de Peste Negra. Ya no llueve dinero, y cuando llovía tampoco es que, salvando excepciones (el Arca, por ejemplo), se hiciera gran cosa. El soniquete del localismo mal entendido ha sido una losa insalvable y de la gestión estúpida ha nacido una forma estúpida de entender la cultura, que ni es sopaboba ni es subvención. Entre unos y otros se han cargado el sistema, y en el futuro ya no habrá más ración doble para el primero que pase por la puerta. Igual sí que toca ser Quevedo o Lope y echarle ingenio. Habrá que tomar distancia dentro de unos años para saber si esta época de la historia ha parido mejores artistas y autores que cuando no había un duro para nadie; y también para saber qué papel ha tenido el DA2 en la ciudad. Porque en 2012 igual la vieja cárcel vuelve a ser eso, porque centro de arte contemporáneo...
2 comentarios:
Has echo un diagnóstico bastante acertado. Una pena.
Black
¿Oye, quien es el tal "mudito"?
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