Hoy hace 395 años que el catolicismo empezó a echar el freno de la Historia, o mejor dicho, inició el camino sin retorno de quedarse fuera de ella. Hace 395 años, y habrá que prepararse para la vendetta racionalista dentro de cinco, que Roma condenó el libro de Copérnico en el que estaban compiladas sus teorías astronómicas, primer paso fundamental para iniciar la Revolución Científica, los pilares sobre los que construyeron Galileo, Newton, Kepler, Tycho Brahe, Huygens, Descartes o Francis Bacon la nueva civilización que hoy nos estructura.
Fue la primera de muchas prohibiciones, censuras, reprimendas fuera de tiempo y sentido que lentamente, como el batir de las olas contra la costa, pulieron y destrozaron su imagen frente a la sociedad. De dueña y señora de la concepción del mundo a, ya en muchos casos, estorbo al progreso de la civilización. Aferrarse a dogmas siempre será de perdedores, salvo cuando se trata de aquel que es irrenunciable, el nacido del derecho natural, la libertad. Pero, quién sabe. Siempre hemos pensado qué hubiera ocurrido si, en lugar de hacer lo de siempre (reprimir), algún tipo inteligente del Vaticano hubiera dicho eso de “esperad un momento, que se me ocurre algo mejor…”.
Si la Iglesia Católica hubiera sido más lista, si hubiera sido más flexible con sus propios dogmas de Fe (que cambió a su antojo durante la época romana y entonces no parecían ser inamovibles), entonces podría haberse convertido en protectora de las ciencias. Podrían haber protegido a Copérnico de otros fanáticos, y luego patrocinado a Galileo, habrían podido invitar a Roma a investigar a Newton, y más adelante, con la fama ya forjada, durante el siglo XVIII habrían sido el amparo de la segunda tanda de genios con Lavoisier a la cabeza. Luego, en la Revolución Industrial, podrían haber también tenido algo más de miras, abrir sus brazos y decir eso de “proletarios del mundo, uníos, pero conmigo”. En realidad muchas de las críticas a la religión eran parte de los tópicos de la derecha burguesa europea, así que se podrían haber mitigado a favor de un teísmo mucho más cristiano, con un Dios católico piadoso y arquitecto del mundo a un tiempo.
A fin de cuentas, fue la Iglesia la que promovió muchas universidades y la que inició los cambios filosóficos para poder dar origen luego a la ciencia y el humanismo. Figuras como Guillermo de Ockham o Santo Tomás no habrían sido posibles sin la mano izquierda vaticana. Pero todo tiene su lugar, su tiempo, su momento, y ahora, 395 años después, es casi imposible borrar tantas hogueras, tantas represiones, la Inquisición, las purgas… no importa cuánto amor social puedan dar, están marcados para siempre para la civilización. Una pena.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo oyessss, JP
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