Como un cuerpo mutilado. Un periodista cercano, al saber que el Festival de las Artes, Fàycl (es decir, fácil de guillotinar), había reducido sus días a sólo 8 (del 3 al 11 de marzo), la mitad que en 2009, simplemente dijo eso de “ay, que nos quedamos sin festival”. Para los que no sean de Salamanca no les supondrá nada. Para los que nos lean habitualmente, habrán oído hablar de esta cita que pasa, pasaba mejor dicho, por ser la mayor del año en cuanto a espectáculos y artes escénicas y musicales. Pero eso era antes, mucho antes de que Calixto Bieito llegara como salvador que no va a ser tal, de que la excusa de la crisis fuera el silenciador de un arma que va camino de ejecutar en un callejón oscuro lo poco bueno de vanguardia que ha tenido Castilla y León. Si esto fuera Cataluña, Madrid o Euskadi, pues no pasaría nada, otro invento sustituiría al viejo. Pero nada de eso: pueden ser vacas flacas, pero viendo un poco por encima lo que se avecina en la programación, simplemente decir que vamos derechos a una reducción tan brutal en la cantidad como en ciertos contenidos.
Como un cuerpo mutilado. Un periodista cercano, al saber que el Festival de las Artes, Fàycl (es decir, fácil de guillotinar), había reducido sus días a sólo 8 (del 3 al 11 de marzo), la mitad que en 2009, simplemente dijo eso de “ay, que nos quedamos sin festival”. Para los que no sean de Salamanca no les supondrá nada. Para los que nos lean habitualmente, habrán oído hablar de esta cita que pasa, pasaba mejor dicho, por ser la mayor del año en cuanto a espectáculos y artes escénicas y musicales. Pero eso era antes, mucho antes de que Calixto Bieito llegara como salvador que no va a ser tal, de que la excusa de la crisis fuera el silenciador de un arma que va camino de ejecutar en un callejón oscuro lo poco bueno de vanguardia que ha tenido Castilla y León. Si esto fuera Cataluña, Madrid o Euskadi, pues no pasaría nada, otro invento sustituiría al viejo. Pero nada de eso: pueden ser vacas flacas, pero viendo un poco por encima lo que se avecina en la programación, simplemente decir que vamos derechos a una reducción tan brutal en la cantidad como en ciertos contenidos.
El hecho de que Calixto Bieito casi rogara que se mantuviera “la isla de libertad y cultura” que es el festival dice mucho; y que la consejera de Cultura, incapaz de hablar ante los medios si no es leyendo un texto (ahí la dejamos botando…), dice mucho de que esta edición va a sonar a patíbulo por mucho que el poder autonómico lo venda como si fuera algo grande. La gente no es tonta, y la industria cultural menos todavía: el tajo es tan grande que podría ser el paso previo al cadalso. Además, aumenta la oferta de música (bien por Bieito y sus obsesiones, bien planteadas, son muy útiles) y el teatro, principal bastión de este invento de 2005, que empezó siendo casi un mes y ahora queda en ocho días, se diluye lentamente. El tiempo dirá, y lo que se consiga en esos ocho días de junio también, más allá de cifras infladas.
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