viernes, 11 de febrero de 2011
Lady "Gárgaras"
Bienvenidos al mayor fraude musical en mucho tiempo. No por sus más que posibles “inspiraciones” derivadas de canciones de otras divas del estilo de Madonna, sino que vale más la distorsión y el falso estilo electrónico para parir cualquier gilipollez. Lo sentimos, pero aquí todos coincidimos que Lady Gaga es un producto perfecto de una industria musical que hace gárgaras con sangre (la de otros, claro) para poder seguir adelante. Igual dentro de 20 años resulta que este híbrido de mujer con dibujo manga salido de madre es una buena aportación al pentagrama, pero hoy por hoy no creemos, ni de lejos, que así sea. Su última canción, colgada en su web y en Facebook y que es el adelanto del nuevo disco. ‘Born this way’ se asemeja muchísimo, como ya han dicho muchos, a ‘Express yourself’. Vamos, que la música en EEUU ya va por el mismo derrotero que el cine industrial: remakes, versiones, adaptaciones… nada original, nada revolucionario. Sí es vanguardista su forma de venderse y el paquete en sí, pero no el interior. El caramelo está rancio, por muy bonito que sea el envoltorio. En fin, tampoco es Beethoven y no esperábamos nada mejor. Así que… no lo compren. Háganse un favor, ni lo descarguen, que ya lo oirán machaconamente en las radiofórmulas a sueldo de siempre. Y no ponemos enlaces para no hacerle publicidad, aunque algo, al mencionarla, pero es muy cansina y está en todos lados...
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3 comentarios:
Hola Corso, no termino de estar de acuerdo en lo que dices sobre Lady Gaga, a mi me parece una artista interesante (no tanto por su música) como "sintoma"; por lo que representa globalmente en la actual "era de circulación promiscua de imágenes"
Debajo va un artículo sobre ella que me pidieron en la revista NEO hace unos meses a ver que os parece. (OS LO ADJUNTO EN DOS ENTREGAS QUE SINO ME PASO DE CARACTERES
Lady Gaga y el paradigma altermoderno
A nadie se le oculta que el artista contemporáneo está condenado a copiarse a sí mismo o bien, a “reprogramar obras ya existentes”, en una estrategia semejante a la del DJ o el productor musical. Ya no existen mitos modernos como la “página en blanco” y el artista responde a las figuras del “semionauta” en un paisaje de signos que entran –como anticipó Barthes- “en relaciones mutuas de diálogo, parodia o controversia”. Esta estrategia, que teóricos como Bourriaud se han apresurado a clasificar con etiquetas como: “altermodernidad” o “posproducción” es homóloga al websurfing y a la lectura por links, en la que las formas se definen en medio del exceso de información.
El penúltimo producto audiovisual que responde a este paradigma lleva en su propio nombre artístico la cita y la parodia: me refiero a Lady Gaga; una avispada artista neoyorkina que, tanto en su música como en la imagen que proyecta, en sus videos –que reciben millones de visitas en Youtube- o en sus calculadas apariciones televisivas, reconoce su deuda con un linaje que va: de David Bowie a Madonna, pasando por Warhol, Elton John, Freddie Mercury, Grace Jones, Cyndi Lauper, Leigh Bowery, Cher, Marilyn Manson, Donatella Versace o Alexander McQueen… y otras mil referencias menos populares.
LADY GAGA II
Durante la última entrega de premios MTV, Lady Gaga subió a recoger uno de los 9 premios que recibió por el video musical de “Bad Romance” ataviada con un vestido confeccionado con trozos de carne cruda que, como era de esperar, no dejó a nadie indiferente . Quienes ya están acostumbrados a rebuscar en el pasado reciente las fuentes iconográficas de las que se nutre esta artista se apresuraron a relacionar dicho traje con la famosa "Vanitas: Flesh Dress for an Albino Anorexic" creada en 1987 por la artista checo-canadiense Jana Sterbak, sin sospechar que esta obra también tiene a su vez otros antecedentes que teniendo en cuenta la querencia de Lady Gaga por la iconografía punk seguramente también son conocidos por sus asesores de imagen: como la portada del disco “All Wrapped Up” de la banda norirlandesa de punk rock “Undertones” editado 1983, donde una modelo también lucía un vestido de carne y un collar de salchichas o –más lejana en el tiempo aún- la performance realizada en 1978 por la artista británica Linder Sterling, en el mítico club Hacienda de Manchester al frente de su banda Ludus en la que vestía un traje de carne –rematado por un amenazador dildo- muy parecido al que portó Gaga en los premios MTV. y se podrían buscar aún más referencias en performances de artistas como la cubana Tania Bruguera, (El peso de la culpa, 1998) o el chino Zang Huang (“My New York”) pasando por la mítica portada del disco “Yesterday And Today” de The Beatles, 1966 que provocó entonces una encendida polémica al aparecer los 4 miembros del grupo vestidos de carniceros y envueltos por trozos de carne y articulaciones de muñecas decapitadas.
LADY GAGA III
En ejemplos como el que acabamos de ver, es como si el mercado de la cultura popular estableciera un simbólico “sistema de recompensas” basado en el reconocimiento recíproco entre espectadores, músicos y realizadores y artistas; sin necesidad de que esto tenga que vincularse necesariamente con la nostalgia o la carencia de ideas sino con un simbólico acto de “abolición de la propiedad de las formas”.
En este sentido, no hay nada más entretenido que deconstruir secuencia por secuencia cada uno de los videoclips de Lady Gaga para descubrir que no existe en ellos un solo plano que no funcione como una infecciosa red de citas, bricolajes, parodias, remakes, pastiches y reciclajes. Así, en los nueve minutos y medio que dura uno de sus más recientes producciones: “Telephone” – dirigido por Jonas Åkerlund-, asistimos a una recolección hiperbólica y frenética de referencias iconográficas previamente vaciadas de contenido. Gaga y Åkerlund saturan el clip de un infinito número de “links” que nos obligan a mirar la cultura pop no como fuente de conocimiento; sino como “caja de herramientas” en la que se deslizan citas y rererencias a: Batman, Captain America, Wonder Woman, Thelma & Louise, Natural Born Killers, Kill Bill y Pulp Fiction, Death Proof, Lock & Stock, las películas de Russ Meyer, los photofreaks de LaChapelle y Erwin Olaf, los trans de Del Lagrace volcano… amén de clichés narrativos y coreográficos explotados por Michael Jackson o Madonna.
Este vídeoclip, -como muchos otros- no hace otras cosa que redefinir, imágenes que ya se encontraban en la conciencia del receptor. Las citas, signos y referencias a las que aludimos, son entendidos por un amplio público, pero en especial por aquel que ha sido educado en el “discurso pop”, sin que el receptor deba ser necesariamente consciente de las connotaciones e implicaciones más profundas de este hecho. Estas citas, que a menudo aparecen de un modo frenético, solapado e incluso subliminal, tienen la capacidad desencadenar una “ola de asociaciones de ideas” lo que implica la posibilidad de que exista una lectura, familiar aunque diferente, cada vez que se consume el videoclip. De esta manera se establece con el espectador una nueva relación basada en el conocimiento –o la simple intuición- de los diferentes códigos genéricos de intercambio cultural y la sensación de ser partícipes de un juego de desciframiento de bromas privadas (private jokes) lo que favorece la identificación con el artista.
Con su carácter para-enciclopédico los videos de Gaga se convierten en un hipertexto para aficionados a la cultura pop de nivel básico y esa es precisamente la razón de su éxito como producto de consumo. Puede que sus detractores tengan razón cuando le recriminan su canibalismo cultural, pero tal estrategia no es otra cosa que la respuesta a un espectador que se ha vuelto perezoso y a quien hay que dárselo todo masticado. Lady Gaga es en suma, el producto de lo que nos merecemos, ya no como espectadores sino como consumidores.
Javier Panera
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