
Ahora Álex entra en el territorio de Ulises, el de los malditos, condenados, cuyo valor personal es una prueba más de que los grupos humanos sólo tienen un 20% de inteligencia y un 80% de servilismo por parte de mediocres pusilánimes. Hay mucho pagafantas suelto, desde el cine al periodismo, donde abundan los cortesanos, el puterío y la ignorancia. Álex de la Iglesia ha vivido en carne propia una tarde de hace tiempo cuando alguien dijo, en una redacción, “se ha muerto Willy de Ville, joder…”, para obtener como respuesta general una pregunta, “¿quién es ese?”. Vale que no era conocido, pero el desprecio a la obra ajena, más si es un autor, es la marca de fábrica de una sociedad acostumbrada al corporativismo y a doblegar la cabeza del clavo que sobresale a martillazos. La cara de mala folla de Álex es una metáfora visual de lo que se avecina: el ostracismo parcial. Le van a echar mucho de menos, por decir verdades, por ser demasiado soberbio, por ser quien es. Mejor eso que no convertirse en otro nombre que barrerá el tiempo.
PD: “España es muy pequeña y el mundo es muy grande, Álex”. Es el comentario de un foro de un espectador. Un buen consejo aplicable a muchos momentos, sólo hay que cambiar los lugares.
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