sábado, 22 de enero de 2011

La concha perdida

Nada mejor para generar nuevo patriotismo barato que el patrimonio artístico. Una vez superados los tópicos nacionalistas, ideológicos y religiosos, en algunos lugares parece que no hay mayor patria que un edificio del siglo XVI. Lo de la Casa de las Conchas es un orgullo, pero que recordemos hay otra parecida en un pueblecito leonés, pero bueno... es otra historia. Lo que no es un topicazo es la facilidad del Ministerio de Cultura para perderse en sí mismo. Entre unos jefes de prensa que se pierden entre informes que no son suyos, empresas que practican la omertá para evitar perder un contrato público y los zizañeros que se consagran a esa nueva religión de petrófilos en forma de asociaciones de amigos del patrimonio, van a conseguir que acabemos el resto tirándoles cócteles Molotov a la Clerecía y cualquier cosa con más de 200 años. Con lo bonito que es el aluminio y el cristal... o no. 

Cuando una región no tienen industria, dicen, tiene turismo. Castilla y León tiene mucho de eso: arte, historia, gastronomía... cosas mayores, pero también menores. La progresiva desindustrialización de España en favor de un modelo de economía de servicios a otros tiene este tipo de cosas. El turismo como la panacea, como el Santo Grial, la cultura como un producto más y no como un añadido de valor a una sociedad que merecería mucha más cancha. La economía del conocimiento es el futuro, pero aquí sólo existe la economía del paseo: El Prado, el Thyssen, la Casa de las Conchas, las rutas gastronómicas y del vino... Navarra, Euskadi, Cataluña y Madrid son las regiones más ricas de España. ¿Razones? Puede que muchas, pero no es casualidad que sean las que más invierten en investigación, en educación, en tecnología, y las que tengan registradas el mayor número de empresas de ciencia y tecnología. En este mundo no hay casualidades, sólo efectos colaterales de buenas y malas decisiones. Mientras tanto, la Casa de las Conchas sigue sin una de ellas. No se nota mucho, pero... algunos ya tienen bandera bajo la que marchar al paso, o para quejarse, con razón, por cierto. 




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