No deja de ser curioso que sean los cines los que más hacen por evitar que la ópera desaparezca en España. Aumentan las retransimisiones en directo o pregrabadas de los grandes estrenos allí donde sí llenan y tienen un público ferviente (Italia, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Rusia), como hacen en Salamanca los cines Van Dyck. Con apenas cuatro auditorios en condiciones en todo el país y no demasiado público, se hace muy complicado sacar adelante el que es el mayor espectáculo escénico imaginable, uno de los pocos capaces de aunar música, arte pictórico, teatro e incluso danza en una sola obra.
Pero en España siempre ha existido este tópico de que la ópera es para ricos, un tic burgués que sólo demuestra que para algunos el arte y el conocimiento están por debajo de sus condicionamientos sociales. La música es universal y no admite fronteras económicas, políticas o ideológicas. Como la ópera era consumida en masa por la burguesía, como un signo de distinción artificial, las partituras y la música pasaron a ser un productor por y para ricos. Ese salto es falso, hipócrita y un error más de una izquierda que se alejó de sus raíces ilustradas para sumirse en la masificación cultural. Quien ata las artes por cuestiones políticas, como hacen PP y PSOE allí donde gobiernan, demuestra su cortedad y su mediocridad. Por eso la empresa privada es tan necesaria, para rellenar el hueco que dejan programadores y técnicos que miran la pela par acontentar gusto peregrinos en lugar de hacer pedagogía y educar. Y para botón de muestra, miren dentro del Liceo...
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