miércoles, 16 de junio de 2010

Literatura irrealista

Después de una pequeña conversación acerca de si la literatura está masificada o no, lo cierto es que sí, está masificada. Madame Sabugal puntualizó dos cosas: primero, que las editoriales han reducido a la mitad sus novedades, y segundo, que el que vende marca la pauta.

En realidad lo que se produce es una inicial adaptación a los nuevos tiempos, porque si bien es cierto que gracias a Pérez-Reverte la literatura irrealista (otra forma de definir lo que era habitual antes del siglo XVIII, que tuvo su canto del cisne en el XIX y fue sepultado por el esnobismo y experimentación del XX), todavía existen salidas para esa novela centrípeta, la que gira siempre en torno a los pequeños detalles absurdos de una vida. La línea del hartazgo fue traspasada hace mucho tiempo, con gente como Elvira Lindo, que vive directamente del renqueante sentimentalismo barato de la literatura actual, basada en convertir en normal el fracaso y en habitual la inestabilidad psicológica. Lo malo es que tampoco Pérez-Reverte da con el truco final con el que se pueda hacer una buena genuflexión de admiración.



Hace falta un nuevo Homero, o por lo menos alguien que sea capaz de escarbar en el alma humana y lanzarla a las páginas en blanco. Y cuando más recóndita y gris sea el alma, más juego da. Así que seguimos huérfanos, y encima en medio de una crisis económica que rebaja las posibilidades de encontrar al nuevo homérico que se deje de tópicos, de prejuicios y de editores que sólo piensan qué bazofia soltarle a la mujer asalariada que ha mantenido las ventas de los últimos años. "Es que los hombres leen menos y las mujeres imponen sus gustos", se disculpó hace tiempo uno de los jefes de Anagrama en una entrevista. Los hombres si leen, lo que pasa es que se han pasado al Noveno Arte (cómic). Igual el próximo Homero es una mujer sin prejuicios de género ni ideas preconcebidas, libre para narrar lo que es consustancial al espíritu: escapismo, imaginación, honor y tesón.

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