domingo, 22 de enero de 2012

¿Megaerror?



Lo de Megaupload no termina de encajar bien en nuestras mentes de tinta y papel. Ya hemos cantado las glorias de internet muchas veces, y de cómo ha obligado a cambiar de rumbo a toda la cultura y la educación en el mundo, sea cual sea la civilización. Evidentemente la red no le vale para nada a una escuela de monjes budistas zen, pero para el resto de pobres diablos atados a la realidad del mundo, pues puede que sí. La ignorancia del que gobierna es tan grande que oscurece el mundo y podría acabar con internet. Los autores y sus derechos sólo son la excusa, nos tememos.

Los derechos de autor son sagrados, porque algunos aspiran a serlo, y este mismo blog ha volcado contenidos con autoría que han sido reproducidos o copiados parcialmente en otros sitios. La red te da notoriedad cuando te piratean, te convierte en una marca de fábrica sobre la que luego puedes montar toda una empresa personalizada. Pero también es verdad que copiar y difundir la obra de alguien sin su permiso y sin pagarle por ello, es un delito.

Así que Megaupload nos ha dejado un poco en el filo entre aplaudir o abuchear. Creemos que es todo mucho más complicado que eso, y las metáforas usadas po
r muchos tertulianos de TV y radio son tan nefastas como su ignorancia hacia estos temas. Cuando los periodistas tertulianos son talluditos que cuentan batallitas de la Transición es mejor cambiar de canal. La ignorancia sobre internet cunde y empuja a una opinión pública que es, en su gran mayoría, inmune a las soflamas de los medios. Todos, alguna vez, hemos copiado o descargado ilegalmente. Es mucho más complejo que el top-manta, ya totalmente superado y desfasado. Mientras la secta innombrable se dedicaba a pegar palos de ciego en las charangas de pueblo, la red hacía mucho más daño que todos los enemigos públicos de los artistas. Luego pasó lo que pasó.


La razón final de todo esto es un tipo con cara de parecerse a Plague, el amigo de Lisbeth, forrado hasta las cejas por una web que acumulaba casi el 4% del tráfico mundial de datos. Lo cual es mucho, muchísimo. Y el cobro también debía ser alto, si no es difícil explicar por qué tenía tanto dinero.

Así que al final seguimos como al principio. Es cierto, Megaupload era una isla Tortuga moderna, pero también era una nube de datos para millones de usuarios que se han quedado sin sus archivos porque las discográficas y productoras de Hollywood están cabreadas porque pierden dinero. Ojo: el FBI no ha movido el culo hasta que el dinero de las majors ha estado afectado, es decir, a los autores que les den mientras los tipos de traje y corbata no le vieron los colmillos al lobo. O en este caso, no vieron el loro del capitán del barco pirata digital.

De fondo lo que hay es una batalla campal entre la industria más moderna y avanzada de EEUU, internet e informática, y los legisladores. La famosa ley SOPA, sin aplicación todavía y en el aire aún, va camino de ser la nueva trinchera de una guerra que amenaza con ser mundial. Y en medio, como siempre, los usuarios, criminalizados por todas las leyes, como si una ama de casa de Zaragoza que ve en streaming su serie favorita estuviera a la altura de un narco colombiano. La ignorancia del que gobierna es tan grande que oscurece el mundo y podría acabar con internet. Los autores y sus derechos sólo son la excusa, nos tememos.




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