sábado, 14 de enero de 2012

ME-CE-NAZ-GO


Son tiempos de tentarse la ropa. Leer cualquier periódico publicado en España es un suicidio de la parte intelectual de nuestro cerebro, la que sabe que está leyendo medias verdades, medias mentiras o cortinas de humo sufragadas por el partido de turno en el municipio, autonomía o estado de turno. A perro flaco todo son pulgas, y España y su cultura ya son el perro más famélico, flaco y miserablemente piojoso desde... bueno, ni se sabe.

Siguen apareciendo los nombres de los nuevos cargos intermedios de los ministerios, especialmente interesante en el de Educación y Cultura. Pero ninguno de ellos tendrá en sus manos una varita mágica capaz de arreglar los problemas de un sistema caducado hace ya años. Uno de los mejores ejemplos es el Liceo de Barcelona, uno de los dos solitarios teatros operísticos nacionales y quizás el que más problemas ha tenido. Al Teatro Real no le van a cortar la financiación, porque está en Madrid, porque depende de Papá Estado y porque no es la ventana de exclusión cultural del nacionalismo catalán, que se ve ahora con los bolsillos por fuera, sin un puñetero euro y ante la tragedia emocional de pegarle también un tajo al Liceo.

Las malas noticias caen como los casquillos de las balas disparadas. Lo de Francia y su triple A es algo que ni nos importa ni nos afectará directamente, no a España, que sí, pero a los que estamos debajo de esa etiqueta no, porque a la mayoría de los ciudadanos les quitaron la triple A hace ya mucho tiempo. Y todo sigue flotando alrededor de lo mismo: ME-CE-NAZ-GO. El PP prometió hacer una ley de mecenazgo digna de un país occidental civilizado y no de un reino bananero y católico. Hace dos siglos la Iglesia era un más que digno mecenas, ahora ya ni eso. Aunque teniendo en cuenta los vientos que soplan por los pasillos episcopales mejor cerrar las puertas, que cogemos frío.

Sigue la cuenta atrás, y cada mes pasado es un mes perdido. La Cultura necesita el soporte de la educación para entrar en la psique del pueblo, y del dinero de los ricos y poderosos para poder tener opciones más allá del propio negocio propio. Porque un autor sólo consigue dinero de tres formas: de las arcas públicas (en retirada ya quizás para siempre), de la venta de su obra (total o parcial) o de los mecenas. Vermeer se hizo inmenso porque le encargaban obras. Picasso se hizo grande porque supo vender su obra. Y hasta 2007, otros vivieron bien gracias a saber pedir dinero público. Pero lo tercero se acabó, lo segundo es muy complicado y lo primero podría ser un puente temporal entre este sistema cultural y el que venga en el futuro.


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