domingo, 11 de septiembre de 2011

Diez años de miedo


Diez años después, más o menos a esta hora, empezaba el siglo XXI, que arranca muy diferente del anterior. En 1900 Europa dominaba el mundo, América todavía era un proyecto con muchas ganas pero poco potencial, y el 70% del planeta estaba en manos del otro 30%. Y todo parecía ir bien: iba a ser, decían entonces, el siglo de la paz industrial y de la perfección de Europa. Todo fue al revés. Ahora el siglo XXI empieza con un poder inmenso llamado EEUU, Europa está dividida, empequeñecida, con pocas ganas de hacer nada y en pleno proceso de introspección que nadie sabe por dónde va a salir. Ya no hay colonialismos, sí servidumbres económicas, pero no imperios al viejo estilo. Y sobre todo hay MIEDO, mucho miedo.

El 11-S no sólo fue un golpe bajo al Imperio, al nuevo Imperio Romano, sino la espoleta de una era marcada por el terror, por la sensación de que en cualquier momento la muerte puede alcanzar cada esquina y cada lugar. Ya nadie está a salvo. Si alguien con interés repasa el inicio de las centurias se dará cuenta de que hay una especie de ley no escrita: "el siglo que empieza bien termina mal, y viceversa". Esperamos que este tipo de autoengaño sea cierto, porque el futuro no es precisamente prometedor, ni siquiera para las artes y las ciencias. Si para las segundas, que son ya la vara de medir de la Humanidad; no para las primeras, que las que no están industrializadas están marginadas.

Poner el conocimiento universal al alcance de todos no nos ha hecho mejores, más bien mucho más mezquinos. Han sido diez años de dudas, de miedos, de ataques, de muchas incertidumbres, y el futuro, ahora más que nunca, es un gran camino que se interna en un bosque oscuro. No hay futuro porque al revés que generaciones atrás, parece no estar trazado ni sabemos lo que va a ocurrir. Además del miedo se ha impuesto la INCERTIDUMBRE, la duda continua sobre un futuro más abierto que nunca. Cada vez que un agorero habla del superpoder de China en el futuro ejerce de adivino sin darse cuenta de que nadie es dueño del destino, y que el poder de hoy de China y su promesa de más poder son sueños vanos que se puede llevar el viento en cualquier momento. Ahora, más que nunca, son tiempos de improvisar y perseverar. Nunca antes la paciencia fue tan fundamental. Porque nunca antes la gente ha tenido tanto miedo a todo como hoy. Quizás, dentro de otros 20 años, ya no sea así.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Amén. Muy acertado.
Baeza