El resultado son dos músicos muy diferentes, porque mientras Milanés no para de abrazar a España y América, quizás intentado no ser devorado artísticamente por Cuba, Rodríguez no ha parado de ser el buen funcionario, una especia de Molotov castrista pero sin la bastardía recalcitrante que adornaba al mismo tipo capaz de sellar pactos con Hitler y luego denunciarle. Cuando alguien apoya a una dictadura se pudre su moral, acaba convertido en lo que Séneca llamaba "esclavos del alma", ya que vendes tu libertad y tu independencia en pos de una causa que en realidad no atiende ni entiende de humanismos. Cuando una ideología, la que sea, cree estar por encima de los ciudadanos, se convierte en verdugo y no en liberador. Las ínfulas revolucionarias estuvieron bien en su momento, pero a los cinco minutos, con la pretensión de permanencia en el poder, se convirtieron en un hachazo directo a la nuca. Silvio Rodríguez siempre será, por mucho talento que demuestre, un músico del régimen, una boca agradecida, mientras que Milanés, que también lo es, parece buscar otra mano que lo alimente, aunque sea la suya propia, con su arte.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Cuando vendes tu alma al dictador
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