En realidad Moore son las dos opciones, eso y la sensación de que quiere seguir haciendo de mosca cojonera con su país (y de paso con todo Occidente) al pretender ir al festival de cine de Irán, un país que encierra a pan, agua y palos a los directores de cine que no cantan a su son. Ha sido el propio régimen el que ha cacareado que el gordito americano más odiado de la derecha se va a dar un paseo por el principal enemigo a la vieja usanza de EEUU.
Su visita es un error cultural: da pábulo al régimen a nivel político y ensalza la idea de que el arte siempre puede manipularse y debe estar al servicio del poder. Esa es una idea más propia del siglo XIV que del XXI. Si al final no va, que es una posibilidad (y todo sea publicidad), será un provocador; y si va, traicionará incluso a sus compañeros de profesión, mil veces insultados por Irán, el país que mejor define la expresión "Dios no es bueno si es rehén de los hombres", en este caso Alá, uno de sus muchos nombres. Y también a Jafar Panahi, uno de los muchos hombres domeñados por el fascismo encubierto de Irán. Muy mala elección usar el cine como arma política.
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