Lo bueno de los años sabáticos es que vuelves con las pilas recargadas, aunque estés al borde del colapso y ya no puedas gritar como antes. Robe Iniesta regresó al mismo lugar donde lo dejó en 2005, a Salamanca, y lo hizo con la fuerza de una música que sabe perfectamente de qué va: de la gente, que no de las minorías. Al mismo tiempo que Ponifasio y sus maoríes espantaban a los charros snob del CAEM, el Multiusos vibraba hasta los cimientos con la “mugre” de gente que suele ir a esos conciertos. Ole las agallas de Extremoduro, la mejor demostración de que el talento no está reñido con la fama y la fortuna, y que algunos están ahí no porque sean producto de las discográficas, empeñadas en matar la música (p... cánon digital), sino porque son buenos de verdad y todavía saben rascar la guitarra para sacar algo que no sea una prueba de sonido para Operación Triunfo. Ahí tenéis al Cristo Robe, agujereado por la mala vida pero que sabe bien lo que hace. Y del Festival, salvo por el teatro de calle del viernes noche (muy bonito, sí señor), nadie sabe nada...
sábado, 31 de mayo de 2008
Extremos y duros
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