sábado, 31 de diciembre de 2011

Para cerrar el año, un lamento


Una lástima que el último post de 2011 vaya a ser el adiós al DA2, un sitio que fue de los pocos de calidad en Salamanca, más allá de la vida universitaria, la orfebrería estética que es la Casa Lis y la Catedral de una ciudad que lo tiene por duplicado: las universidades, los bares, los museos, y también la profunda ceguera del ciudadano pasivo de toda la vida, el mismo que no clama al cielo cuando le arrebatan algo que ya le pertenece después del trabajo de muchos años de Javier Panera y el resto de escasos colaboradores. Todas esas gotas se perderán, como en 'Blade Runner', perdidas en la lluvia. Esperamos equivocarnos, de verdad.

La ciudad seguirá adelante, eso seguro, con la misma parsimonia con la que ha languidecido durante siglos desde que la Guerra de la Independencia la pusiera en el mapa y luego Fernando VII se la pasara por los borbónicos calzones. Desde aquel momento de máxima decadencia ha pasado de todo: asonadas, rebeliones, varias guerras carlistas, una casi nula revolución industrial, la Pontificia, una Guerra Civil que no dejó batallas pero sí efectos colaterales (¿recuerdan a Unamuno y Millán Astray? ahí se retrató Salamanca, para lo bravo y lo cobarde, lo bueno y lo malo), una dictadura, una transición democrática y todo lo que vino después.


El DA2, y esperamos de todo corazón equivocarnos, vive ya sus últimas bocanadas, mutilado en personal y fondos, acosado por unos recortes que se ceban siempre en los mismos y no en otras gilipolleces con las que se ahorra tanto o más dinero. Es posible que para aguantar hasta el final el Ayuntamiento deje que se extinga el pacto que tenía firmado con la Fundación Coca-Cola, y que ésta, al final, se lleve sus cuadros a otro lado. Y eso sí que será el final de una corta historia que a algunos nos divirtió y entusiasmó, la posibilidad de ver en aquella recóndita aldea de galos irreductibles con cuernos de toro algo más que no fuera el botón charro, las tapas, la cerveza barata y las mil y una muestras del plateresco español.

Entonces la vieja cárcel reconvertida en centro de arte pasará a ser otra cosa, puede que parte del exiguo entramado cultural, puede que como centro educativo (sería lo mejor para todos tras el breve funeral por el arte), quizás se reconvierta en alguna chorrada estacional, en un hotel o, y aquí lo sentimos pero no vamos a tirar de autocensura, en el nuevo Museo Taurino que tanto anhelan los salmantinos decentes y de buen pensar como su alcalde. Todo el mundo sabe que la Tauromaquia es parte de la cultura española, igual que la copla o la tortilla de patatas. Otra cosa será saber qué bien pueden aportar estas cosas tan inmateriales a la evolución de un país que vive uno de sus mayores fracasos colectivos en esta crisis económica alentada por los sueños de nuevos ricos. Viendo el éxito del actual Museo Taurino, escondido, abandonado y abigarrado como una capilla pagana de Fenicia, tierra de culto al toro mágico, igual no es tan buena idea. Y como en las buenas tragedias griegas, el corifeo pondrá el lamento de fondo, aunque se pierda en el fragor del ruido de las manadas de turistas pasando por delante de la Casa de las Conchas (que no la han cerrado por es del EX Ministerio de Cultura, que si no, también...).



viernes, 30 de diciembre de 2011

Cine social: el plato de verduras


Una de las peores trampas de esa pulsión intelectual llamada realismo, aplicable a la literatura, el cómic, el cine, la TV y el teatro, es la de que cuando uno se preocupa del pobre limpiabotas de la esquina y sus miserias está realmente haciendo justicia social. Es una finta que el mundo real lleva haciéndoles al arte y a la ciencia desde hace siglos, y no para de ser lo que es: una buena mentira.


No dudamos de la maestría de Ken Loach o Kaurismaki, el segundo de nuevo en la pantalla con 'El Havre', la enésima película sobre la inmigración en Europa que ni resuelve nada ni aporta nada nuevo. La historia del Quijote adaptada a los tiempos es algo que ya ha hecho Ken Loach tantas veces que aburre, y Mr. K va por el mismo camino. Y los críticos no han parado de hacerles la ola sin parar, como si ese cine fuera el único digno de ser arte. Los prejuicios, los tópicos y un sistema de castas heredado de los gloriosos años 50 en EEUU y Europa que no ha parado de zancadillear los nuevos caminos. Una prueba más de que los críticos son cada vez la parte menos útil de la cadena de producción audiovisual.


Ahora bien, eso no quita para que películas como 'El Havre' sean tan necesarias como comer fruta después de comer: son esas costumbres periódicas que permiten alargar la vida un poco más de lo que el resto del devenir nos permitirá. Ken Loach es como un plato de crema de verduras: no huele muy bien, sabe raro pero hay que comérselo de vez en cuando para evitar que en lugar de sangre en las arterias tengamos sólo carne picada made in Burger King. El problema surge cuando para Europa TODO tiene que ser cine social y encumbra producciones menores y sin tirón con el público, tan sensible a los problemas de la inmigración, las minorías o las injusticias sociales como nunca antes. Porque esta crisis está tocándole las narices, sobre todo, a la clase media que vota. Así que el ciudadano medio no es el borrego insensible que predice Loach y Mr. K, sino alguien que cuando va al cine busca algo más, un escalón más de sofisticación, porque si no se queda en casa, enciende el ordenador y se descarga la película para verla en casa con un bocata de jamón en una mano y una café en la otra, por ejemplo.

jueves, 29 de diciembre de 2011

La generación de la píldora de colores


Un rápido vistazo a los remakes de algunas películas dejan en el aire una pregunta peculiar. Porque igual no es que falten ideas, es
que realmente el temido Plan 80 ya está en marcha. La generación de la píldora de colores ya está aquí. Nos explicamos. Pero antes hay que recuperar trozos sueltos de una opinión con algo de legendaria que se publicó años atrás.

"En 1972 cuatro de los mejores hombres del ejército estadounidense, que formaban un comando, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido”…Si han reconocido a la perfección esta frase y encima retumba en su cabeza la musiquilla de tamborileo que acompañaba a la voz en off, entonces es usted miembro de la Generación 8.0. Más pruebas. ¿Por qué Vicky el Vikingo se rascaba la nariz?, ¿quién decía eso de “Haz el mal, haz el capital”?, ¿cómo se llamaba el mono de Marco?, ¿recuerdan el programa 1,2,3, contacto?, ¿se acuerda quizás de Naranjito, los lagartos de V, de Casimiro cantando para que nos fuéramos a la cama, de Alf, del macarra enano de Tom Cruise en Top Gun, o puede que también viera pegado a la tele Los Mosqueperros, Dragones y mazmorras y se le cruzaran los cables con Planeta Imaginario? Y lo mejor de todo: ¡¡Chanquete ha muerto!! Estupendo, pues ya puede empezar a darse palmaditas en la espalda porque es un hijo predilecto de la primera generación nacida, crecida y forjada en la democracia, la primera que fue objeto del gran experimento sociológico de la educación por la televisión, de las radiofórmulas y el vídeo. Fuimos los pioneros del lavado de cerebro de masas".

Ver la nueva versión de 'El Equipo A' es un pequeño dolor de muelas. Que sí, que es muy espectacular, pero ha perdido el encanto inocente y casi infantil de la serie de los años 80. Una suerte (o no) de haber nacido como ser humano audiovisual en aquella década es que eres capaz de tejer miles de referencias cruzadas, mucho más que otras generaciones, porque aquella fue la primera en entender que había dos mundos: el real y el que aparecía en la TV, en la radio, en el cine, y abrazó esa virtualidad de una manera mucho más escapista y fantástica que cualquier otra anterior. La democracia ayudó mucho: había barra libre social y la imaginación era tan permisiva como poderosa. De ahí surgió toda una terna de gente que hoy deambula en esos años marcados con el 3 delante, que se está haciendo mayor pero en el fondo siguen siendo adolescentes encerrados en el instituto, para lo bueno y para lo malo, o en un colegio, o en sus cuartos.

Son los mismos que han conseguido que la Comic Con sea un acontecimiento planetario, que The Big Bang Theory no sea sólo una serie para universitarios, que el cómic se esté adaptando en masa al cine y a los videojuegos, la generación que ha creado la fiebre de las consolas, que todavía hoy juega recordando los tiempos del Atari y el puñetero Mario dando botes entre flores, setas y cocodrilos. De esos referentes cruzados ha surgido el actual marco cultural en el que nos movemos, porque la generación de los años 70 ya está dejando atrás el mundo, y la de los 60 están en vías de jubilación. Aquellas estaban más politizadas, eran adictas al realismo social o al otro escapismo, el de las drogas, el rock y la contracultura. La de los 80 no era una generación resistente, era consumista a más no poder: necesitaba portarse bien para que le siguieran dando la píldora de la que hablaba Mary Poppins en una de las películas más subversivas de la Historia (Disney, ese cabrito de aquelarre, siempre escondiéndose...). Así que, sí, en efecto, tenemos la culpa de que el cine sea tan malo hoy en día. Y de muchas otras cosas. Y eso que todavía no hemos llegado al poder. Pero tranquilos, en breve seremos todos cuarentones y ya no habrá excusas para darnos el volante. Claro que, bien mirado, igual es que vimos demasiado cine, demasiada televisión, demasiados libros...



jueves, 22 de diciembre de 2011

Adiós cultura, adiós



Ya es una realidad: el Ministerio de Cultura desaparece, engullido por el de Educación, que también devora Deportes. No tiene por qué ser perjudicial, ya que quizás encuadrado en las filas del mundo educativo la Cultura gane eso por lo que hemos clamado desde hace tiempo, que se redefina a la industria cultural en dos varas de medir: la rentabilidad económica que les dé independencia a los autores y productores, y su vinculación con el sistema educativo, de alguna manera ingeniosa, para que la siguiente generación sea menos lerda que la anterior. España es un país con tres piernas y tres consecuentes talones de Aquiles, y el déficit educativo es uno de ellos. No por volar libre la cultura va a tener más peso. Pero volar libre en manos de necios sí que es una pérdida de protagonismo. España tiene mucho que ganar con la industria cultural, porque genera dividendos de imagen que a su vez atraen al turismo. Eso lo saben al dedillo en Madrid, donde incluso los conservadores invierten en artes escénicas y museos que suponen ingresos para la gente: en España se ha impuesto la "escapada a Madrid" en fin de semana para ver la nueva exposición de El Prado, una obra teatral o un musical en la Gran Vía o dejarse los maravedíes en la FNAC o la calle Preciados.

RESUMIENDO: es lo que hagas con las cartas que tienes, tu inteligencia práctica, lo que marca el camino de una tarea, no qué tipo de cartas te dan. A veces con menos se hace más, y viceversa. Será cuestión de esperar a ver si ha sido una buena idea o no, pero de entrada hay que esperar y apuntar un tema: nadie, ni el PSOE, quiere aplicar la Ley Sinde. Así que un buen punto de apoyo podría ser ese. El otro sería reformar las subvenciones a los creadores para apoyar a los que empiezan y generar algún feedback con los que han triunfado (y que por Dios, dejen de mamar de la teta ya, coño, que piensen en los jóvenes autores). Dentro de un año veremos si ha sido una pifia o un acierto. De momento, ya hemos mandado a afilar la guadaña al herrero.

viernes, 16 de diciembre de 2011

¿Doblaje sí o doblaje no? Mejor estudia...


Vaya por delante que estamos algo cansados de los pros y contras del doblaje. Es muy cansino, tanto como lo del Valle de los Caídos. Una realidad que nadie puede negar: los españoles son muy malos para los idiomas. Nuestro nulo interés en otras lenguas es una cuestión sociológica (país cerradito este a todo lo exterior, oiga, que tres siglos y picos de cerrazón católico-nacionalista no se esfuman en una generación). Pero también educativa, no porque las películas estén dobladas o no la gente va a aprender otro idioma, pero tampoco lo hará si se doblan. De todos los argumentos que hemos oído a favor de las Versiones Originales Subtituladas (VOS) es quizás el más falaz de todos.

Manolo o Paco no van a recitar el monólogo de Hamlet en la lengua del bardo inglés simplemente porque vean 'The Walking Dead' en VOS. Eso hay que aprenderlo, y ver cine o series en VOS se limita a acostumbrar el oído humano al significado traducido. Cuando alguien escucha "gotcha" y lee lo que hay debajo, muchas veces lo capta, salvando las distancias culturales, como "te pillé". Pero nadie va a aprender otro idioma por ver todo en VOS. En cambio no hacerlo sigue manteniendo una industria del doblaje que ha dado de comer a mucha gente y muchas familias durante décadas, por muchos artículos sesudos de Roman Gubern que haya, o por muchos informes solícitos del gremio que se elaboren a favor de la VOS.

La realidad es muy puñetera y tiene la manía de romperle las muñecas a los teóricos de la vida, gente que va por el mundo diciéndole a los demás lo que deben hacer o cómo pensar. El espectador medio se sienta en el cine y piensa "¿para qué voy a leer cuando es más fácil escuchar?". Y el público con su dinero es el que impone a la industria cómo vender el producto, ergo los apóstoles de la VOS acaban sumidos en la desesperación de ver cómo una buena idea acaba siendo cosa de modernillos, intelectuales y frikis más que de gente común y corriente.

Imponer algo a la gente nunca es bueno, salvo que sea en beneficio general y público, así que esta semana, cuando ha vuelto de nuevo a arreciar la ola VOS, cabe decir que después de muchas décadas seguimos en el mismo sitio: ¿es buena la VOS?, pues sí, desde luego que lo es... ¿pero está la gente dispuesta a pagar por ver lo que le gusta en VOS hoy en día? Pues no. Así que si el camino de obligar al pueblo a hacer algo aunque sea por su bien no está en la agenda, pues seguiremos igual. Quizás si se mejorara la educación de otros idiomas la gente prefiriera verlo todo en VOS, pero es el camino difícil pero efectivo, algo que no pega nada nada con este santo pueblo celtíbero.


domingo, 11 de diciembre de 2011

En el nombre de John



John Le Carré es uno de los bichos más raros del mundo: de orígenes franceses, es ciudadano británico y progresista, muy al estilo fabianista anglosajón, y desde luego es uno de los mejores escritores profesionales que ha dado la isla. Le Carré es esa rara avis en un país de liberales y conservadores, pero que fue la cuna del movimiento obrero que espabiló a Marx, un saurio rodeado de extraños mamíferos, un tipo que aunque sabe que está por debajo de Gabriel García Márquez sabe que cuando algún guionista o director sin ideas propias decida adaptar alguna de sus novelas no las van a tirar a la basura. Sabe que siempre habrá un Gary Oldman para que uno de sus clásicos, 'El topo', pueda tener vida propia en la pantalla.

Es, de largo, uno de los escritores más adaptados al cine, y sigue la larguísima tradición británica de novelistas profesionales capaces de crear atmósferas y argumentos que van mucho más allá de las chorradas onanistas de tantos otros. Y sí, eso va por Martin Amis... Que vale, que es muy bueno Amis, pero está tocado del ala y el divismo les sienta tan bien... tanto como para que la gente en la librería prefiera tirar de Le Carré, Forsyth, Follet o Greene, por poner tres monstruos (sobre todo el último... ah, quién fuera Graham Greene...) conocidos. La novela tiene sus propias reglas, es un romance, una historia que se cuenta en prosa para narrar, no para divagar como si la novela fuera campo abonado para el ensayo.

Porque es uno de los grandes problemas de este formato literario en países como España: la paja mental está mejor vista que una historia construida con tesón, con algunos altibajos, pero que aporta una historia auténtica. Casi siempre, es cierto, ligado a los géneros malditos: serie negra, ciencia-ficción, fantasía, terror... Le dijeron una vez a Stephen King que era a las letras lo que la hamburguesa a la alta cocina. Pero es que 'It', por ejemplo, está mejor construida que muchos excesos ensayísticos que pululan sueltos por las editoriales. Y a Le Carré le pasa eso: 'El sastre de Panamá', 'El jardinero fiel', 'El espía que surgió del frío', 'Llamada para un muerto', 'La casa Rusia'... y ahora 'El topo', que va a ser una de las películas del año. Avisados estáis todos.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Putas y Mercenarios


La aparición de esta denuncia de la Asociación de Prensa de Madrid (picar para entender de qué va este post) demuestra que algunas profesiones son socialmente relucientes pero laboral y económicamente miserables. En estos momentos, cuando el paro en el periodismo alcanza en algunos sectores casi el 50%, queda demostrado que el periodista está a la altura de lo que algunos historiadores han llamado "la escoria que tira del carro". En la Edad Media era habitual por el sistema de estamentos y castas, pero hoy en día es poco menos que una aberración.


Los periodistas son, básicamente, "putas y mercenarios" (mil perdones por la expresión, pero es lo que hay semánticamente). En realidad la escala sería esclavos, putas y mercenarios, siempre en función del grosor de la nómina, de las responsabilidades y de muchas otras cosas que normalmente no se resuelven como el común de los mortales cree. Los becarios son los que han empezado el movimiento de Gratis No Trabajo, pero el sistema creado para dar formación gratuita a cambio de dividendos para los medios se ha convertido en una forma de esclavismo que pondría los pelos de punta incluso en el siglo XIX. Luego está el nivel de las putas, sin distinción de edad, género o procedencia, y donde chicos y chicas reciben salarios de menos de mil euros por una media de diez horas diarias de trabajo, sometidos a un gran estres intelectual para poder salir adelante en toda la mierda que cae sobre ellos. Por encima están los mercenarios, que cobran en función de a quién sirven, y que normalmente suelen ser los partidos políticos que les pagan muchas veces en sobres.


Esto nos lleva a la segunda lacra del periodismo, que es la venta de la ética sin ningún tipo de problema: la información es poder, y por lo tanto el poder político trata de comprar todas esas voces y colocar cada medio de comunicación en una postura ideológica que en algunos casos llega al servilismo más absoluto, cuando para poder seguir en el equipo de voceros del PP, el PSOE u otros es necesario ser irracional y criticar hasta el ridículo cualquier cosa que hagan los otros. Y si es en la televisión y la radio, tanto mejor. De esa necesidad de propaganda surgieron las tertulias, que es una forma eufemística de definir la venta de verdura y fruta ideológicas que deben marcar la agenda de la opinión pública. Y todo esto empaquetado con sueldos misérrimos donde el afortunado cobra una media de 1.000 euros netos, mucho menos que otras profesiones socialmente menos luminosas pero probablemente más rentables y honradas: carpinteros, panaderos, carteros, barrenderos, gestores...

El resultado es que el oficio de periodista por no tener ni siquiera posee de un sindicato propio, sino secciones anquilosadas de sindicatos mayoritarios (que rara vez mueven el culo para algo que no sea arañar presencia política al rival) y multitud de asociaciones de prensa que por su propia condición jurídica no pueden plantear huelgas o luchas laborales. Así pues, con todo el respeto hacia las putas y los mercenarios, oficios antiguos como el mundo mismo, ser periodista es un acto de fe remunerado con la ruina económica, la sumisión política y el maltrato de muchos otros que están por encima y sólo logran verter su frustración personal en los demás. Cambiarlo todo está en manos de los propios periodistas: no va a bajar un dedo Dios para salvar a los descarriados. Como mucho se reirá de nosotros. La salvación empieza por uno mismo.



lunes, 5 de diciembre de 2011

Número 23 de El Corso


Número de diciembre de la revista El Corso: Este mes volvemos a poner la diana en esos géneros de fans pero que tienen más éxito que los grandes temas oficiales.

En este caso en la literatura fantástica, de grandes ventas pero arrinconada en el público juvenil o maduro pero especializado. Emparentada con la ciencia-ficción y el terror, la Navidad es un buen momento para prestarle atención y variar algo en la lista de lectura. En cine repasamos al polémico pero lúcido Roman Polanski, que volvió a estrenar película con ‘Un dios salvaje’, en el campo del arte nos fijamos en un estilo único que crece en el mundo anglosajón pero que en España todavía no tiene apenas mención: el Steampunk. En Tecnología abordamos el inmenso mundo virtual de World of Warcraft; en cómic prestamos atención al llamado cómic social español, donde la crisis ya tiene reflejo y a los nuevos valores de corte intimista y en música repasamos tres discos de los últimos meses, de Lou Reed y Metallica a Coldplay y Gorillaz.

Otros temas: el informe de la ONU sobre la contaminación de CO2, los textos y dibujos de Blanca Haddad y un viaje a Ciudad Rodrigo, la frontera perdida del oeste.


sábado, 3 de diciembre de 2011

Entre Delacroix y Canaletto



Casi una semana después (mil perdones) volvemos al blog. Con dos apuntes de arte: el paisajismo y Delacroix. Son dos polos de atracción dentro de lo que ofrece Madrid hasta enero, repartido todo entre la Fundación Cajamadrid (uy, perdón, Bankia...), el Thyssen-Bornemisza y Caixa Forum de Madrid, éste último el recipiente algo estirado para uno de los pintores más conservadores y al mismo tiempo más personales y con un estilo más marcado de los que haya dado Francia. En un mundo donde se aprecia más la vanguardia y lo que hubo después de la explosión del impresionismo, o mucho antes, queda algo desangelada la figura de Delacroix, que combatió el estilo Ingres primero para luego crecer con el suyo propio. Un talento inmenso que conmovió a los amos de Francia primero, y luego al resto de aquella sociedad que crecía como el mayor laboratorio social de Occidente.

Lo cierto es que el siglo XIX fue una trinchera entre los impresionistas y el resto: los primeros ganaron la guerra, pero para la posteridad quedan tres nombres básicos de una primera mitad de siglo que bailó alrededor de David, Ingres y Delacroix. Luego el arte se rompió en trazos rápidos y comenzó una carrera sin hilos de ningún tipo hacia el arte total y personalísimo del creador. Y si no, que se lo pregunten a Van Gogh.

Respecto al otro punto, el paisajismo, queda muy claro que fue un género mercantil como pocos, que los pintores trabajaban para los nobles, los burgueses y los gobiernos municipales para poder vivir bien. El siglo XVII y buena parte del XVIII fueron los del artista mercenario, el siglo de Canaletto y el resto de grandes maestros que plasmaron la arquitectura y la naturaleza como dos actores más de una gran obra. Alejándose lentamente de la dictadura de los temas religiosos, fueron la gran válvula de escape de una sociedad europea que volaba sola y que mandaba a la cuneta (lentamente, eso sí) la tradición religiosa para aupar la tradición civil al rango de vara de medir todo. Fueron la continuación, por otros medios, del humanismo, una mezcla de capitalismo y medida humana que lograron convertir la pintura en un negocio redondo. Eso sí, si no aparecía Venecia, Roma, ruinas o escenas campestres/marítimas, olvídate de todo. Quien se pase por Madrid debería ir a esos tres espacios, si no, pues nada, a hacerle fotos al Oso y el Madroño, que queda muy bonito en los álbumes familiares...